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José Manuel Serrano
Moreno y su talón de Aquiles
Es la única vez en mi vida que he hablado con Curro Romero. Y en el mismo lugar donde lo vi entrar el otro día acompañado por Carmen Tello. En la Casa de los Pinelo en la que asistía a la sesión necrológica que la Academia de Buenas Letras dedicaba a su amigo Antonio Burgos. En aquella ocasión la sesión era matinal y era otro el amigo académico, puede que Ignacio Medina, duque de Segorbe. Antes de que empezara el acto, me senté a su lado y cuando escuchó mi breve relato me dijo que no era el primero que se lo refería. La víspera, el Madrid defendía un 3-0 en la Copa de Europa con el que llegaba del Bernabéu al Metropolitano. Vimos el partido en Casa Joaquín, el poeta y tabernero vecino del pintor Manuel Salinas. El Atleti empezó fortísimo y en un cuarto de hora marcó dos goles. Pero llegó la faena taurina de Benzema, sorteando tres miuras en la defensa. En un palmo de terreno, como los dominios de Curro en la plaza, salió del asedio y pasó el balón a Isco, que marcó y aseguró la clasificación del Madrid. A Curro, que ve más tenis que fútbol, ya le habían hecho un comentario parecido.
Benzema juega ahora en Arabia Saudí. El Madrid-Atleti en Europa ya es un clásico. La primera vez que se enfrentaron fue en la primavera de 1959. Vivíamos en Galicia. He encontrado las crónicas de aquel duelo castizo en un libro que es una reliquia de mi biblioteca. Lleva el exlibris de mi padre, Francisco Correal Ruiz. Es el anuario completo de la temporada 1958-59. Por orden cronológico, el primer libro de mi vida. Muchos años después, volver a esas crónicas fue un refugio en los meses de la pandemia tan eficaz como las biografías de Stefan Zweig o las novelas de Ripley de Patricia Higsmith. El primer partido se disputó el 23 de abril de 1959 y terminó como el de la semana pasada. 2-1 para el Madrid, goles madridistas de Rial y Puskas y atlético de Chuzo. La vuelta se disputó el 7 de mayo. Ese día yo cumplía dos años y mi madre estaba embarazada de mi hermano Juan. El Atleti ganó 1-0 con gol de Enrique Collar. Entonces no había cambios (sólo el portero), ni prórroga ni penalties. Partido de desempate en Zaragoza el 13 de mayo de 1959. Volvió a ganar el Madrid 2-1. Goles de Di Stéfano y Puskas y tanto colchonero nuevamente de Collar. El Madrid se clasificó para la final contra el Stade Reims.
Los tres goles colchoneros los marcaron jugadores andaluces: dos de Collar, de San Juan de Aznalfarache; y uno de Chuzo, malagueño de Antequera. La fe madridista me la inculcó mi padre, al que me imagino en esa delantera. Nacido el último día de 1925, acompañaría en ballet correlativo a Di Stéfano, de 1926, y a Puskas, de 1927, aunque siempre le encontré parecido con Lesmes, uno de los pocos futbolistas con bigote.
Imagino al colchonero Sabina preparando el duelo con su amigo el madridista Benjamín Prado, diciéndole que “mola más mi Aranjuez que el Madrid de Rodrygo”; a la atlética Almudena Grandes cuando garateaba con el madridista Luis García Montero; o las juveniles diatribas de Javier Marías, blanco como la azucena, con el muy colchonero Juan García Hortelano. Curro nació el mismo año que Gento. Y que mi madre, hija de un panadero del Atleti rodeada de merengues.
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