Que el Gran Hermano nos pille delatados

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'No Kings' democracy protest in Atlanta
'No Kings' democracy protest in Atlanta / EFE/EPA/ERIK S. LESSER

02 de marzo 2025 - 10:38

No queríamos café y vamos por la segunda taza. A uno que siempre le han gustado las de vaqueros, no podía imaginar que el nuevo orden mundial se impondría a golpe de culata, por la espalda, con la ley del más fuerte y sin duelos honorables al amanecer. En este páramo internacional no hay una figura que se atisbe en el horizonte dispuesto a hacerle sombra al cuatrero americano; se busca al sheriff desaparecido y la música sigue sonando en el salón. A nuestro querido Clint Eastwood le coge esta película con achaques y, aunque con su pecado original de republicano confeso apoyó de inicio al bicho, tardó un par de tragos de bourbon en darse cuenta de que el tipo no era nada “gentil”, textual.

Así las cosas, tenemos al bravucón poniendo los pies encima de la mesa de Europa, riéndose de nuestro carácter atildado, melifluo, blandengue (que diría El Fary). Un desequilibrado al frente, elegido democráticamente, sin filtros ni contrapesos y con un par de botones rojos en el despacho oval, el que marca el “The End” y otro, no menos peligroso, que le dispensa Coca Cola sin ton ni son.

La fiebre del oro es la misma que en la conquista del Oeste y, pese a sus desmanes incluidos, aquella tenía algo de épica. Con las guerras por el petróleo que vinieron después, al menos, se buscaban atajos argumentarles. Ahora, sin embargo, no pierden el tiempo en cuadrar motivaciones: A saquear las tierras raras ucranianas hoy y, mañana, lo que se le antoje al secuaz por el Báltico. Y es que el invasor ruso tiene derecho de pernada, ahora es miembro de la banda y cuenta con honores, mutó en un tris a socio fiable. Este giro de guion no lo hubiera viso venir ni Tony Spring, uno de los seudónimos de M. L. Estefanía, ya saben el gran fabulador de historias del lejano Oeste, pero escritas desde la estepa castellana.

En estas novelas de a duro, cinco pesetas (que nos perdonen los ‘Millenials’, si es que hay alguno en la sala) los malos tenían ciertos valores y los buenos, con sangre, sudor y, si acaso, una mota de polvo en el ojo, acababan en alto, algo parecido a un final feliz, de los que les gustaban al abuelo Manuel.

A Europa le toca ahora mascar tabaco, buscar las debilidades de este cazador furtivo, que ha puesto trampas en todos los caminos. Pero nos pilla, como casi siempre, con la tropa dispersa, cada uno a lo suyo, silbando su melodía ideológica. Si en algo lleva razón el trampero es que resultó cómodo vivir a la sombra del gigante.

Sirva como ejemplo, sin ir más lejos, nuestro suelo patrio, hay está Abascal que pierde la “vox” por un cameo internacional y ahora es capaz de ver ya a Putin como un fulano cabal y de pelo en pecho. Una visión global tan dispersa como lo que queda de Podemos, que en su catecismo antibelicista pregona no mandar tropas españolas donde se tercie y salir de la OTAN cuanto antes. Viva el proletariado oprimido ya sea en Rusia o Venezuela, pues viva. Estrategas de papel. Que el Gran Hermano nos pille delatados.

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