Lo que ha hecho Alberto Conejero

SALA DE ESPERA

Representación de ‘Una rueda que da vueltas’, de Laura Santos, en la Antigua Nave de Aperos de la Tribu.
Representación de ‘Una rueda que da vueltas’, de Laura Santos, en la Antigua Nave de Aperos de la Tribu. / Festival COSA/Alberto González Balaguer

02 de octubre 2024 - 09:46

Alberto Conejero está en lo más alto de la dramaturgia nacional y bien podría haberse olvidado de sus raíces, como hace la mayoría de los que triunfan fuera de la casa familiar. Pero no. Ha elegido su pueblo, Vilches, para hacer un verdadero hito para la cultura jiennense, andaluza y española: el Festival de Teatro de Cuerpo, Objeto y Sitio Específico de Andalucía (COSA), es decir, uno de los acontecimientos culturales más profundos y singulares de cuantos se han celebrado recientemente en nuestra tierra.

El teatro municipal, una cueva, una vieja nave de aperos, un mirador, el recinto de una antigua fábrica de aceites, la biblioteca pública, una plaza… El Festival COSA ha programado espectáculos y encuentros de prestigiosos artistas, nacionales e internacionales, y de una delicadeza indescriptible, en diferentes espacios de Vilches, haciendo que los espectadores, de múltiples procedencias, lo recorriesen durante cuatro días para que el lugar también interactuase con el público, para que las calles abrazasen a los visitantes, que han reído y llorado juntos, que han contemplado, jugado e interactuado mientras buceaban en su interior.

Lo que ha hecho Alberto Conejero es excepcional. Jaén tiene otras ilustres personalidades de renombre que habitualmente son reconocidas con galardones o actos conmemorativos en la provincia, pero que casi siempre vienen, recogen el premio, dicen unas palabras cargadas de tópicos y se vuelven a los madriles como si nada. Conejero no. Con COSA, el dramaturgo ha confirmado su compromiso con la tierra de sus orígenes. No es la primera vez; lo hizo especialmente con La geometría del trigo, y no solo en el texto: el autor llevó al elenco de actores a su pueblo para que conocieran su casa familiar y las calles vilcheñas antes de poner en escena la magistral obra sobre la necesidad de tener presentes las relaciones con el pasado.

Conejero concibe el teatro como el arte del vínculo. Y ha corroborado su teoría con una praxis brillante: regalando al lugar que lo vio nacer algo mágico, un festival único, en el que los detalles son más que importantes; en el que las raíces, los recuerdos y la memoria son protagonistas. Ha desafiado al mito urbano y al elitismo: en los pueblos, en las propias calles, donde se sientan los vecinos por las noches a comentar las vicisitudes del día a día, hay tanta o más cultura que en los principales escenarios urbano-capitalinos. Lo que ha hecho Alberto Conejero es celebrar el arte dignificando el pueblo, no sólo el suyo, sino el pueblo como concepto, como lugar idóneo para desarrollar ideas y proyectos ambiciosos, originales y sorprendentes, como este festival. Lo que ha hecho es demostrar que el pueblo es un lugar en el que triunfan las emociones y las ilusiones. Y que, por tanto, tiene que superar el cliché de mero destino de vacaciones al que vuelven los urbanitas por fiestas patronales. Y lo tiene que hacer, como Javier Montes diría, con ruralidad y alevosía. Pero para eso, hacen falta más Alberto Conejero y más apuestas audaces y atrevidas, como las del Festival COSA.  

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