Devolver al remitente
Ildefonso Ruiz
¿A qué esperas, Alberto?
Vericuetos
Que una ley sea aprobada por el voto unánime de todo el Congreso ya nos indica el alcance social de la misma y su completa necesidad. Las personas que sufren Esclerosis Lateral Amiotrófica y otras enfermedades y procesos de alta complejidad y curso irreversible necesitaban un marco legal que ofreciera una mejora sustancial de su calidad de vida.
En estos tiempos donde la política se caracteriza por diarios de sesiones plagados de faltas de ortografía moral, erratas de la decencia y etarras como numismática del reproche, encontrarnos con todo el hemiciclo en pie y aplaudiendo para sacar adelante un texto resulta cuanto menos esperanzador.
Agilizar el reconocimiento de la dependencia de las personas afectadas por estas enfermedades era un elemento fundamental, dada la velocidad a la que avanzan los síntomas y la corta esperanza de vida de quienes las sufren. Y aunque la prevalencia no sea elevada en nuestra sociedad, seríamos una sociedad enferma si abandonáramos a su suerte a nuestros enfermos y a sus cuidadores.
Hablar de rentabilidad de la sanidad pública es poner en entredicho el derecho a ella y ya conocemos y sufrimos a diario los recortes que están detrás de esa forma de entender algo tan fundamental. Listas de espera interminables, citas telefónicas donde antes se atendía en persona, pruebas médicas privatizadas, hospitales y residencias como negocio y no como servicio y un largo prospecto de efectos secundarios asociados a la desvergüenza de convertir el dolor ajeno en beneficios económicos.
Esa es la filosofía detrás de la empresa, pero un Estado no puede transformarse en una marca registrada ni en una franquicia de la especulación sanitaria. Por eso mealegra mucho la aprobación esta semana de la ley ELA, porque supone un jarro de agua helada a los partidarios miserables de soluciones finales para quienes no pueden pagarse sus cuidados básicos. Solo espero que esta ley reabra la senda de la sanidad universal, gratuita y de calidad que parece que perdimos en la pandemia. Primero por los pacientes que somos todos alguna vez en nuestras vidas, pero sobre todo por los profesionales del sector que sufren en sus propias condiciones laborales los tijeretazos de los mercaderes de turno en el poder. Unos mercaderes que seguro que también aplaudieron a las ocho de la tarde, apoyados en la baranda de sus balcones engalanados con la bandera de rigor...
También te puede interesar
Devolver al remitente
Ildefonso Ruiz
¿A qué esperas, Alberto?
Vericuetos
Raúl Cueto
Solferino
Por montera
Mariló Montero
Mi buena vecina
El balcón
Ignacio Martínez
Motos, se pica
Lo último