VERICUETOS
Raúl Cueto
Dura lex
VERICUETOS
El ser humano, como animal político aristotélico, basa su organización social en la creación de leyes para proteger derechos y libertades, evitando conductas delictivas y criminales. Podría decirse que, a mayor desarrollo de la norma, mayor seguridad para la ciudadanía. Pero por desgracia el ser humano es imperfecto y en su afán por lograr la virtud y el orden ha venido aplicando diferentes formas de gobierno, redactando algunas veces unos cuantos mandamientos a modo de guía moral y otras veces interminables articulados jurídicos, con el consecuente resultado de que lo poco diluye el mensaje y lo mucho espesa la mente.
Hemos pasado de contar con códigos muy reducidos, certeros y tremendamente injustos por lo arbitrario de su interpretación a sucesiones infinitas cuya naturaleza inabarcable provoca el efecto contrario al que pretende; es decir, a mayor volumen de legalidades mayor probabilidad de cometer alguna ilegalidad, por absurda que esta sea.
Abocados como estamos a vivir en una constante distopía asistimos perplejos a una intromisión cada vez más sangrante en la esfera privada de la ciudadanía. Pero a esa perplejidad le acompaña una lacerante docilidad generalizada, debido a que cualquier resistencia acarrea un dilatado proceso judicial con escasas posibilidades de éxito, ya que el sistema se protege a sí mismo de cualquier resquicio que abra la veda a disidentes y reaccionarios.
En contraposición a esta realidad censora y dictatorial de los poderes públicos nos encontramos con la premisa del viejo adagio “hecha la ley, hecha la trampa”. Conclusión: a más leyes, más trampas disponibles. Pero esas artimañas solo son visibles a ojos entrenados, de forma que son los mismos de siempre los que abusan del sistema. Y no, no son los que ustedes creen desde la complacencia de sus prejuicios… No, señoras y señores. Quien más abusa es el más versado en el noble arte de la guantería blanca, la sonrisa ensayada, la dignidad impostada y la dureza facial, a menudo legislando en base a intereses cruzados, esquivando la prevaricación solo en la forma, y también a menudo culpando al de enfrente para disimular el propio robo. Porque Dura Lex, como un vaso de vidrio francés, pero más dura es la cara de los que se sienten por encima de ella.
Así pues, disfruten lo robado, porque a buen seguro robarán, como buenos ciudadanos, en la medida de sus posibilidades. Y si, por integridad, ustedes no lo hacen otros lo harán, quizá incluso en su nombre y por obra y gracia de la autoridad que les concede su voto de confianza, lo que les convierte en cómplices necesarios.
Artículo visto para sentencia.
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