Confabulario
Manuel Gregorio González
Valéry , 1918
EN LINEA
En una España de luto, emocionalmente rota, cabe el impulso ciudadano que se tira al barro o se coordina para el milagro logístico de llegar a tiempo para ayudar, aunque tu pueblo esté a cientos de kilómetros. Un acto reflejo ante un dolor que no es ajeno. Y también cabe, aunque nos digan que no es el momento de analizar la gestión política de la catástrofe, de pedir responsabilidades. Nos creíamos mejores, pero la prevención y respuesta a esta tragedia nos deja a la altura del betún.
Nos pescan en redes y también nos mienten a la cara y en directo. En una democracia más madura algunos de los dirigentes de este caos no hubieran pisado el barro porque hubieran dimitido con algo de honor por sus causas pendientes. No es el caso. Saben que cuando pase la emoción ese partidismo que nos separa nos tendrá a cada lado del río con el carné en la boca, dispuestos a darnos de garrotazos. Sí, una escena muy goyesca.
Se fijan en los bulos y patrañas de la nave del misterio y pasan por alto las que nos cuelan en cada informativo, no hay capacidad ni ganas de verificar tanto lodo y están acostumbrados a vivir en él, aunque sus trajes estén impolutos. En eso son muy capaces.
Después de la orquestada maniobra de la ultraderecha, llegan las calles llenas de la izquierda radical. Se trata de desviar la atención lo más rápido posible y buscar el enemigo, real o no, con el que mantener prietas las filas y sacudirse el polvo. Viejas recetas para tiempos modernos.
El presidente de la Comunidad Valenciana es hoy un espectro político, incapaz de llevar la voz cantante, liderar mínimamente el duelo de su pueblo, preso de un equipo que no valía antes de tomar posesión. Avisados están quienes hacen del cupo y de las familias políticas la elección de sus equipos de gobierno porque esa será una de sus condenas.
Nuestra acomodada y alejada clase política lleva mal la crítica, la asunción de responsabilidades y su condición de servidores públicos. Conviene que, si no aprenden a conjugar el verbo dimitir, presionar para que la destitución sea la única salida política.
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