Después del Pregón

Las dos orillas

Después del Pregón se acerca lo que esperamos, que es la Semana Santa. Con el deseo de que la borrasca Olivier se vaya a Groenlandia. Y después del Pregón, ¿qué siente el pregonero? Esa es la pregunta que muchas personas me hacen estos días. Hasta que no ha llegado ese momento no sabes lo que vas a sentir. Y lo que siento es que el Pregón ya no es mío, sino que es de todos los que se han identificado con esas palabras, pronunciadas en el Teatro de la Maestranza el domingo, y recogidas en un libro que ya está en las librerías y fue presentado el lunes en la Fundación Cajasol. En resumen, lo más bonito del Pregón, desde el sentimiento del pregonero, es que otras personas lo hagan suyo, cuando te encuentras a alguien por la calle que te dice frases de tu Pregón.

Y ahí es donde se confirma la certeza de que todo lo que se haga por Sevilla es poco. Cuando una señora, a la que no conoces de nada, te para por la Cuesta del Rosario y te dice: “A mí no se me olvidará, en la vida, eso que dijo usted de la Macarena, siguiendo el verso de Rodríguez Buzón: “Pero ¿como tú? ¡Ninguna! Porque eres la Madre de Dios y lo has besado en su cuna”. Y entonces es cuando comprendes que tu voz ya no es la tuya solamente, sino la de otros que lo comparten.

Por eso, cuando me preguntaban con qué se queda usted de su Pregón (tópica pregunta que te hacen después de terminar), yo respondía que con todo. Porque no está concebido sólo como una suma de fragmentos, sino como un texto global y coral. “En mi comienzo está mi fin”, como en el verso de T.S. Eliot que abre su poema East Coker. En el comienzo está Dios y en el final está Dios. Y por todo el Pregón está Dios. Y está Sevilla, que es la tierra a la que Dios le declara su amor. Sin ese fondo de la cuestión, no se puede entender lo que significa la Semana Santa, desde el Génesis hasta la Resurrección.

Y sí, es verdad que todo eso sucede en Sevilla. Sólo es posible en Sevilla. En sus barrios, que no pueden ser destruidos, y en toda la ciudad. Esta es la Semana Santa del mundo. Nadie que quiera vivir la Semana Santa con la máxima pasión encontrará nada igual. Se llega a Dios a través de la belleza. También con la alegría. Al principio sonó el llamador y se levanta la vida. Recorremos el territorio sagrado de Sevilla (segundo capítulo), sólo el Amor derrota a la Muerte y nos lleva a la Esperanza (tercer capítulo del Pregón), y en las Caídas y en el Silencio nos encontramos a solas con nuestra Soledad, que es el final.

Pero al final está el comienzo. Esa es nuestra Esperanza. Dios se tapa con un manto verde y nos habla con sus silencios. Porque el paraíso perdido no se perdió: fue encontrado en Sevilla.

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