
Vericuetos
Raúl Cueto
Singing in the rain
Ropa Vieja
La Cuaresma, para Alberto, nació desde el incienso, desde ese olor que le recuerda a su infancia, cuando subía con su padre a cualquier iglesia del viejo Jaén a cumplir con el rito. Eran tiempos hermosos, que deslumbraban a nuestro poeta que, siendo todavía un niño, se asombraba con el aroma que anunciaba la pasión de Jesús. El padre le contaba que todo era consecuencia de la tradición cristiana y de la fe en el hombre más bueno de todos los tiempos: Jesús de Nazaret. Su padre, también, le argumentaba que el mensaje del hijo de Dios consistía en amar siempre a nuestros semejantes, intentarles dar el pan de cada día.
Todas estas enseñanzas del padre de Alberto lo convirtieron en una buena persona. Su principal lucha consistió en ayudar a los débiles. Para ello, pensó que el lugar más idóneo podía ser a través de la religión popular, al lado del brazo fuerte de las cofradías. Sin embargo, este tiempo pasó.
Año 2025, es Miércoles de Ceniza, el olor del incienso ha llegado de nuevo, y con él los recuerdos de su padre, la devoción que le tenía a Jesús, al hombre de los milagros. El padre hace tiempo que se fue, pero su cátedra queda fija en el corazón del poeta. Aunque, también, estos años le han causado heridas profundas al ver la espada larga de la impostura.
La iglesia está llena, no es necesario decir su nombre. La muchedumbre espera con ansia la homilía del sacerdote; esperan la renovación anual de su salvoconducto a la vida eterna. Las palabras del cura son brillantes. Cuenta el sacrificio de Jesús, la importancia de la tradición, la finalidad de la caridad… Sin embargo, los corazones se aceleran, cuando nombra la palabra indiferencia, cuando cita las almas que están al margen de la sociedad debido a la pobreza y no le hacemos caso. Las desterramos de nuestra memoria, cerrando los ojos.
Alberto nota la inquietud, las almas se mueven casi arrepentidas de haber venido. No esperaban tal atrevimiento, tal osadía por parte del pastor.
¿Por qué no están mejor repartidos los recursos de la tierra? ¿Por qué no sustituimos la caridad económica por la caridad cristiana? Es mejor dar amor, hacer buenas obras, considerar al pobre de tu misma condición social.
La sociedad actual, todavía, se divide por estamentos, por clases sociales, por poder. Jesús quiso instalar el Reino de Dios en la tierra. Luego, llegaría el Reino de los Cielos.
Está lloviendo, el Cristo está cobijado en el umbral de la puerta renacentista de la iglesia. No se atreve a salir, pues sabe que el maligno le está ganando la partida: poder, dinero, guerras, estatus social, indiferencia…
Sin embargo, al final, sale. Lo sacan a hombros, unos hombres que, en principio, son buenos. Pertenecen a las cofradías cuyo mensaje fundamental es el amor y el acercamiento al prójimo.
Nuestro poeta comulga y llora, pues sabe que en estas organizaciones no se cumplen los mandamientos del Señor. Se realiza todo lo contrario. Existe el mal, el insulto, la calumnia, el falso testimonio, el ataque hacía otros hermanos…
Estas actuaciones son blanqueadas a través de actos públicos o íntimos de estas asociaciones con las que lavan sus culpas para después seguir el mismo comportamiento.
Alberto sufre por todo esto, detesta y denuncia esta hipocresía. Sabe que le han cerrado las puertas de la tierra, sabe que sus palabras caen al abismo.
Sin embargo, es muy feliz, pues aún existe gente válida dentro de esas empresas que, poco a poco, van ascendiendo dentro de la jerarquía dominante con el objeto de ser verdaderos cristianos.
Llega la noche de este Miércoles de Ceniza, pronto resucitará Jesús. Adoremos no sólo su muerte, sino también su Resurrección. Transitemos su camino que nos guía hacia la vida eterna.
Alberto le pide a Dios que algunas personas que integran estas hermandades sean buenos de verdad, que luchen contra sus miedos, y amen al prójimo.
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