La derrama sin fin del Ayuntamiento de Jaén

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Fachada del Ayuntamiento de Jaén.
Fachada del Ayuntamiento de Jaén.

25 de agosto 2024 - 13:55

Endeudados hasta las trancas. Los jiennenses no es que vivamos por encima de nuestras posibilidades es que, a tenor de las cuentas, no deberíamos poner un pie en la calle. Lo de salir a echar una cañica y tomar este aire fresco africano no tendríamos ni que plantearlo. De raciones ni hablamos.

En números rojos y sin crédito ante los acreedores que desconfían de nosotros por mal pagadores, más de 720 días el tiempo medio de pago. La ley establece que los organismos públicos deben abonar sus deudas en el plazo de 30 días, pero, oiga, pelillos a la mar.  

Una cebolla infinita que cada año crece porque el único que nos fía algo de pasta para sobrellevar la ruina es el Ministerio de Hacienda, pero, claro, nos tiene cogidos por las partes pudendas y el interés aplicado hará que no salgamos de la casilla de morosos “in saecula saeculorum”. 

El ciclo virtuoso de fuegos artificiales con el que arrancamos el nuevo siglo, tan rumbosos, atando los perros con longanizas, nos ha dejado una resaca perenne.

La gestión económica del PP y PSOE en esos años hizo buena la cita que acuñaría después la visionaria Carmen Calvo: “Estamos manejando dinero público y el dinero público no es de nadie”. Ahí está la fórmula infalible y estos son los resultados: “Un ayuntamiento que no puede pagar ni una máquina de aire”, decía, a modo de ejemplo, el edil de Tecnologías de la Información y Comunicación, Luis García Millán, que intenta poner al día una casa en ruinas, al menos, en cuanto a transparencia pública.  

Jaén está en el top 5 de Ayuntamientos más endeudados de España. En las primeras posiciones, Madrid y Barcelona y después en este pelotón de tiesos, Jerez de la Frontera, Zaragoza y la Ciudad del Santo Reino, o del Santo Rostro, por aquello de pagar tarde y mal.  

En 2023, teníamos una deuda por habitante de 4.898 euros por barba, da igual que su tierno infante no tenga culpa, porque esa es la herencia pública que legamos. 

Todos tenemos en la cabeza proyectos de chichinabo, grandilocuentes, que pretendían sacar de la inacción a la ciudad y que, sin embargo, no fueron motor de nada y sí un pozo sin fondo de deudas.

Junto a ellos, para explicar el pufo, una máquina de contrataciones singulares. Los partidos tienen identificados a los suyos y la masa “salarial” crecía como si en los sótanos de la Plaza Santa María se escondiera la Real Casa de la Moneda y Timbre. No miren a los lados.  

Los ejercicios de transparencia son saludables, aunque tengan que hacerlos por ley. Sin embargo, la tardanza en hacerse públicas esas maniobras orquestales y que los gestores públicos no rindan cuentas ante sus accionistas, es decir, los que pagamos impuestos, vicia el sistema sobremanera.  

Sólo con este ecosistema viciado se explica la paupérrima situación actual. Y todo es susceptible de empeorar. Aquí no hay quien viva, y puede ser aún peor. Para más información, calle Desengaño 21.

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