Cultura, con nombres y apellidos

Fragmentos

24 de marzo 2025 - 03:09

Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son; y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe el autor. Manuel Machado

En esta estrofa, el poeta marca los límites entre la propia creación y su aceptación por el público. Quizás con la secreta aspiración de que su obra forme parte del acervo popular, como máxima recompensa. No es de extrañar este punto de vista en un hijo de Antonio Machado y Álvarez (Demófilo), quien estudió las raíces del folclore andaluz, considerándolo como patrimonio de la colectividad, más allá de los autores individuales que habían creado versos o coplas.

Así, las obras de muchos artistas, (pintores, escultores, escritores, compositores, diseñadores, arquitectos, orfebres, cantantes, etc…) han pasado a formar parte del patrimonio colectivo. Nos emocionan, nos identificamos con ellas, pero ese anonimato, que les confiere belleza eterna, nos hace ignorar el proceso de creación que las originó. Y esa cultura anónima, sin nombres de autor, es un arma de doble filo. Porque al tiempo que nos cala, lo hace de forma inconsciente en muchos casos, de manera que no valoramos a los artífices de todas esas obras de arte que nos rodean y más si los autores nacieron en Sevilla, si son uno de nosotros. Los versos de Machado que encabezan estas líneas no dejan de ser un deseo idealizado del autor, pero lejos de la realidad, como hemos comprobado en la reciente exposición Los Machado. Retrato de familia, donde la obra inmensa de Antonio y Manuel, de Manuel y Antonio, tiene otra dimensión cuando somos conocedores de su vida y circunstancias.

Esa sensación de que todas esas obras de arte siempre han estado ahí, es embriagadora porque nos hace a todos partícipes de un grupo humano que es capaz de generar esa belleza. Pero nos deja a merced del destino, de que las cosas se producen porque sí, de manera natural, a pesar de todo, sin esfuerzo. Las canciones que tarareamos desde nuestra infancia y nos conmueven cuando las oímos. Las plazas, jardines y parques en los que transcurre nuestra vida. Las imágenes y figuras que vemos en nuestras procesiones. Las tiendas en las que se guardan los tesoros de varias generaciones. ¿Quién las compuso, quién escribió las letras? ¿Quién las diseño, trazó y construyó? ¿Quién las decoró? ¿Qué artesanos las realizaron? Si supiéramos sus nombres, su vida y circunstancias, sería mucho más fácil valorar y amar todas esas obras que admiramos en silencio. Y defenderlas del olvido o la degradación. Por ejemplo, conocer los nombres de los artistas que hay detrás de nuestras fiestas populares, ha ayudado a su mayor y mejor arraigo. Porque conocer la personalidad que las realizó, su perfil humano, además de su obra completa y la trascendencia de la misma, servirá para considerarlas aún más. Si el pasado permanece anónimo, si no sabemos quiénes son los artífices de la Sevilla que apreciamos, cómo valorar el presente y a los artistas de hoy. Y sin ellos, ¿quién construirá el futuro?

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