Confabulario
Manuel Gregorio González
R etrocediendo
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El pasado jueves a los jiennenses se nos atragantaba la sobremesa al conocer que un niño de apenas dos años fallecía como consecuencia de los golpes provocados por su padrastro, “El Pakillo”. Un conocido y reincidente delincuente que maltrataba sistemáticamente y de una manera tremendamente cruel al pequeño fallecido y a su hermano gemelo de dos años, amén de a la madre de las criaturas.
Un sanguinario y para una mayoría de la indignada y rabiosa sociedad, un despojo social… ¿En qué mente cabe golpear, violentar, morder y quien sabe qué locuras más a unos inocentes niños de dos años? Sólo a un degenerado. A un psicópata. A un asesino vil, cruel y cobarde, sin ningún tipo de redención para una familia y vecinos destrozados por la rabia contenida de ver como los restos de Cristian iban en su pequeño ataúd camino del cementerio.
Una víctima más, la novena, de la violencia vicaria este año. Quizá la peor y más rastrera de las lacras sociales; esa que acaba con la vida de pequeños niños inocentes a manos de sus progenitores. Un acto tan repudiable que solo puede ser condenado de forma unánime por una sociedad que, en otros tiempos, tal vez se hubiera tomado la justicia por su mano y Ley del Talión en mano, hubiera lapidado al miserable “Pakillo” hasta verlo morir a pedradas.
No ha sido por falta de ganas de unos vecinos rabiosos a quienes, en los actos de solidaridad y condena, se les saltaban las lágrimas. Unos actos institucionales para mostrar el dolor y repulsa por esta tragedia, acompañados de diferentes mensajes en diferentes RRSS como respuesta social ante la magnitud de la pérdida de la inocente vida de Cristian. Sin embargo, a pesar de la crueldad y la abominable pérdida, la izquierda más izquierdosa de nuestro país, no ha sido capaz de mostrar un ápice de solidaridad con la familia de Cristian, ni de mostrar repulsa ante el asesinato a puñetazo limpio de un niño de dos años.
Ni Irene Montero. Ni Ione Belarra. Ni Yolanda Díaz. Ni Pablo Echenique. Ni Pablo Iglesias... Nadie, absolutamente nadie en ese espectro de la izquierda más solidaria y progresista, ha tenido un minuto para Cristian. Ellos. Tan preocupados por los niños palestinos. Ellos tan preocupados por el derecho a cambiarse de sexo en la infancia. Ellos, ellas o elles, tan dignos siempre detrás de sus pancartas en sus causitas inventadas, han sido incapaces de mostrar un ápice de indignación, rabia, condena, solidaridad con la familia y vecinos por una criatura de dos años molida a palos hasta la muerte por su padrastro.
Uno puede llegar a preguntarse por qué los representantes de una ideología que se supone adalid de la defensa de los más vulnerables, pasa de puntillas por uno de los actos más crueles de cuantos se han sucedido en nuestro país en el último año. ¿Acaso es menos importante Cristian que uno de los niños fallecidos en Palestina para los que llenan sus redes de mensajes y las calles de pancartas? ¿Tal vez tiene que ver que el cruel asesino de Cristian y maltratador de su hermano pudiera pertenecer a determinada etnia o raza? Sea por la razón que sea, para Cristian, la izquierda más pura de nuestro país no tiene una pancarta. Para Cristian no ha habido una campaña de repulsa en los medios, ni declaraciones, ni nada.
O Cristian no era lo suficientemente importante o hablar de su asesino es un tabú por ser de una etnia determinada. En cualquier caso, su macabra muerte a ellos no les merece un minuto de su tiempo. Para Ione, Pam, Irene etcétera, que Cristian muriera a palo limpio un día después de cumplir los dos años a manos de su padrastro, no merece siquiera un tuit para condenarlo.
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