Por montera
Mariló Montero
Mi buena vecina
La esquina
Decíamos ayer: el error más llamativo de Pedro Sánchez –dentro de un planteamiento estratégico y táctico con muchos aciertos– es creer que la gente olvida algunas de sus barrabasadas con tanta facilidad y desparpajo como él mismo. Lo que se vive, se ve y se oye queda en la conciencia y en la memoria individuales y sale a la superficie a la hora de votar. No se puede implantar el olvido por decreto.
Si me apuran, los ciudadanos que han dado la espalda al presidente del Gobierno por haber amnistiado a los independentistas catalanes, haber negociado, con los honores de bilateralidad, con un personaje tan siniestro como Puigdemont y haber liquidado la igualdad ante la Justicia, es probable que se sientan aún más agraviados por el trato fiscal a Cataluña.
Ni los más firmes partidarios de Pedro Sánchez –me refiero a los seguidores de buena fe, no a los estómagos agradecidos– desconocen que lo primero se hizo para asegurar la investidura de Pedro Sánchez, que perdió las elecciones, y lo segundo para asegurar la investidura de Salvador Illa, que las ganó. Las justificaciones vinieron a posteriori. Primero se fijó el objetivo y después se urdieron las explicaciones. En los dos casos hubo estafa: si eran asuntos tan importantes para la convivencia y la resolución del conflicto de Cataluña, ¿por qué no se decía una sola palabra en los dos programas electorales? Claramente se improvisó por necesidad postelectoral.
Es discutible si las concesiones políticas al independentismo para la salvación de Sánchez son más graves para la democracia que las concesiones a la misma minoría para la salvación de Illa. Me inclino a pensar que electoralmente tendrá más consecuencias el pacto fiscal con ERC. Mayormente, porque afecta al bolsillo de todos, que es un poderoso motivador del voto. Y algo de eso deben estar considerando distintos barones territoriales del PSOE, que ven mermar las escasas posibilidades que les quedaban para conservar su poder autonómico o bien ven esfumarse las únicas de recuperarlos. Encima, el congreso federal adelantado a la mayor gloria de Sánchez y los congresos regionales subsiguientes pueden certificar su propia defunción como líderes territoriales si se atrevieran a plantar cara al Amado Líder.
De todos modos, el Partido Socialista es tan fuerte y tiene tanta historia que su autodestrucción se antoja imposible. Ni siquiera intentándolo desde dentro.
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