El bien común

Vía Augusta

27 de diciembre 2024 - 03:08

El tenso contexto político de esta XV Legislatura propició que el undécimo mensaje de Nochebuena de Felipe VI fuese uno de los más oportunos y cabales de un reinado, que se extiende algo más de un decenio, caracterizado por la ejemplaridad y un cumplimiento tan estricto como certero de sus funciones constitucionales.

El leitmotiv del discurso navideño del Monarca fue la importancia de anteponer el bien común a cualquier otro interés partidario o particular. Todo un llamamiento al consenso político en los asuntos que exigirían altura de miras y sentido de Estado, literalmente y no como recurso retórico.

En un año de luto para España, con un accidente climático que se ha llevado por delante la vida de más de 220 personas, el Rey no dudó en cuestionar que no se respondiera de manera coordinada tras la dana, especialmente en Valencia. No hay duda de que la imprudencia y el cálculo político primaron sobre el bien común. Y aún peor: aún prevalecen porque no hay una respuesta realmente coordinada y que esté centrada en la reconstrucción y en la reparación del daño a las víctimas.

El discurso ha sido tan atinado como estéril, porque ninguno de los dos partidos sistémicos y de gobierno que hay en España, PSOE y PP, se han dado por aludidos. Eso sí, consideran que el toque de atención es claro para el adversario político.

Tenemos un Gobierno que antepone cualquier interés personal de su presidente al respeto a los consensos constitucionales y que trata de poner todas las instituciones a su servicio para permanecer en el poder aun sin ganar las elecciones y sabiendo que las cesiones que ha hecho y tiene por hacer son dañinas para el propio Estado. En el caso de la dana, anteponer un supuesto beneficio electoral al socorro efectivo de la población afectada.

Al otro lado del hemiciclo, la oposición sólo tiene un objetivo, que acabe cuanto antes esta legislatura inviable. Ninguna razón le asiste si en cuestiones trascendentales como una emergencia no se está a la altura y tampoco se asume la responsabilidad política de una gestión nefasta en sus propias filas.

El Rey citó como ejemplo la reforma constitucional para desterrar, respecto a los derechos de las personas con discapacidad, el término disminuido. El consenso es posible, pues, pero no hay voluntad en la clase política. A pesar de la reacción escasamente empática de socialistas y populares, la defensa del bien común y de un espacio de convivencia compartido es más imprescindible que nunca.

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