
La ciudad y los días
Carlos Colón
Los hermanos Singer
VERICUETOS
Hay rutas míticas sobre raíles. Atravesar Europa en el lujoso Orient Express o apabullarnos con la grandiosidad de Rusia desde un vagón del Transiberiano son viajes que deberíamos hacer una vez en la vida si pudiéramos. Por desgracia no podremos y es bueno reconocerlo; así uno se evita frustraciones… Por fortuna hay un tercer trayecto que los jaencianos tampoco haremos realidad; y digo fortuna porque este, al menos, es de andar por casa y, puestos a frustrarnos, resulta más llevadero hacerlo a pequeña escala. Que hasta para no cumplir sueños es mejor que sean accesibles con tal de no perder la esperanza.
Jaén tiene vías. Apenas trenes. Ningún tranvía... Y así, como ciudad menguante, sus habitantes vienen pasando los días mientras escuchan con apatía ese chacachá perenne que suponen las promesas electorales y los reproches partidistas de su provinciana clase política, donde cada palacio de la corte es gobernado por la facción contraria al resto. Alcaldes, Concejales, diputados, delegados, hasta ministros… Y en femenino también. Toda persona con un mínimo de poder ejerce su derecho a la mentira y a la barricada, poniendo palos en las ruedas de ese tranvía que lleva casi tres lustros en cocheras sin visos de llevar pasajeros ni a corto, ni a medio ni a largo plazo. Porque en el fondo ya no le interesa a nadie montarse en un cacharro obsoleto y ya como que da igual si funciona o no.
El tranvía de Jaén es como esas fábulas de Esopo donde la moraleja es lo que importa. Con él lo que ha quedado claro es la bajeza moral, la falta de ética, la nula capacidad de consenso, la corrupción generalizada y sin miramientos al utilizar las administraciones con fines políticos, la tomadura de pelo, el entretenimiento cotidiano de echarle la culpa al contrario y la poquísima vergüenza que sienten todos y cada uno de los políticos que han tenido o tienen algo que ver en este asunto, siendo capaces de secuestrar toda una infraestructura pública con la única intención de obtener rédito en las urnas. Todos vienen demostrando un catetismo indignante que ha contagiado hasta la médula a toda una ciudad con el veneno de la discordia, la mala baba, el enfado permanente, la crítica polarizada y el triaje de la población en función de sus opiniones al respecto.
Lo que debería haber sido un medio de transporte se ha convertido en una profunda zanja que divide a una pequeña capital con más cuestas que criterio. Por eso me sorprende tanto que aún ninguna plataforma ciudadana se haya personado en los tribunales querellándose contra todas las personas, partidos y administraciones que han tenido alguna responsabilidad en este despropósito: desde quien lo ideó, quien le dio el visto bueno, quien lo ejecutó, quien lo paró, quien lo quiso poner en marcha, quien lo volvió a parar, quien se empeña en que funcione, quien se obceca en que no… No me entra en la cabeza que este absurdo no tenga consecuencias penales y que prefiramos seguir siendo el hazmerreír de todo el que nos visita. Porque Jaén tiene vías que en realidad son cicatrices...
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