VERICUETOS
Raúl Cueto
Cathedra
VERICUETOS
Sentar cátedra implica dar por zanjado un asunto de forma unilateral. Igualmente, la libertad de cátedra asegura la primacía de razón y acción propias frente a los poderes públicos. Ambos conceptos provienen del significado de “silla” como símbolo de autoridad y maestría de quien la ocupa. En consecuencia, de la palabra cátedra deriva el término catedral como sede del trono episcopal… Y hasta aquí la lección de etimología.
Pues bien, imponer su criterio como un dogma de fe es lo que vienen realizando los diferentes obispados y arzobispados a la hora de gestionar su rico patrimonio monumental, erigido (no lo olvidemos) con las donaciones económicas de devotos de todas las épocas, posiblemente familiares nuestros en muchos de los casos. En este punto, como ciudadano de Jaén no puedo menos que indignarme por el uso comercial y exclusivo de la Catedral de la Asunción, desde cuyo suelo ajedrezado generaciones jaencianas hemos disfrutado con la boca abierta de la majestuosidad y belleza de un templo que, fruto de esa explotación empresarial, ha dejado de ser un lugar de encuentro para convertirse en una fría pieza museística.
Me hierve la sangre constatar cómo todas las catedrales de España cuentan con un NIF propio cual negocios y cómo la gestión turística en la mayoría de ellas ha recaído en una única compañía privada, obligando al pago general de 8 euros para acceder a la de Jaén, se quiera o no la audioguía o la experiencia de realidad virtual. Es innegable el elevado coste que supone el mantenimiento de iglesias y catedrales, pero todas ellas se construyeron para el libre acceso de todas las almas y ver cómo se comercia con ellas, no solo para quienes vienen a contemplar nuestro patrimonio sino también para quienes residimos en esta diócesis, seamos creyentes o no, me hace reflexionar a menudo sobre el pecado de la simonía y sobre los mercaderes expulsados por Jesús. ¡Que la parusía nos pille confesados!
Los jaencianos queremos recuperar nuestra Catedral porque, por mucha inmatriculación que haya, no puede haber ley humana que contrarreste el cariño, la devoción y el vínculo emocional que sentimos de un modo u otro por aquel recinto que tanto nos enorgullece a todos. Como se suele decir en los altares, que lo que Dios ha unido que no lo separe el Hombre; y menos el hombre de negocios, por mucha sotana que luzca… No quiero hablar ex cátedra, pero no se puede tolerar por más tiempo que la plaza de Santa María se llene de nuestras personas mayores sentadas a la sombra en los escasos y duros bancos como simples observadores de un edificio que antes les acogía con los brazos abiertos en su interior y que sentían como su propia casa, convertida ahora en cueva de ladrones. Amén. Podéis ir en paz. Son 8 Euros...
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