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Notas al margen
Frente a la catástrofe es esencial un mando único con un perfil técnico, alguien que conozca el terreno y que ejerza el liderazgo de manera natural. Al contrario que Carlos Mazón, que ignoró todas las alertas, Juanma Moreno nos recordó esta semana al presidente que transmitía tranquilidad durante la pandemia, frente a un Gobierno que generaba tantas dudas entonces como ahora, porque su Ministerio de Sanidad carecía de competencias. Cuando se imponen la anticipación y la coordinación ante los grandes desafíos, los resultados pueden ser positivos. Y con la tragedia de Valencia en la mente de todos, el personal intuye que tras la última DANA se han podido salvar vidas en Andalucía gracias a la buena mano de la Junta. Bien es cierto que el cambio de paradigma tras la catástrofe de Valencia ha sido brutal y para ello solo hay que irse al histórico y comprobar qué se hizo en anteriores ocasiones. Mientras que con las últimas lluvias se desalojó a miles de personas en Andalucía, se cerraron los centros educativos para limitar la circulación y se avisó a tiempo, el presidente valenciano apagó el móvil para irse a comer con una periodista en el peor momento. Mazón es hoy el mejor parapeto de Pedro Sánchez. Ya no atiende ni a su partido. Y en vez de aceptar que está achicharrado, se ha marcado un Rubiales con su ¡no voy a dimitir! ¿Qué más tiene que ocurrir para que entienda que no puede seguir un minuto más en el poder? Ni él ni otros muchos.
La consejera valenciana responsable de emergencias desconocía que se podían enviar avisos a móviles. En cambio, el consejero de Presidencia de la Junta disfruta más organizando un dispositivo preventivo que en el Parlamento. Antonio Sanz cualquier día llega antes a un incendio que los bomberos. Mazón se ha convertido en chivo expiatorio y el Gobierno de Moreno sólo ha tenido que cumplir con su obligación para salir airoso. Al final, la determinación de los efectivos de la Junta ha sido un bálsamo para el PP, pero también arrimó la soga al cuello de Mazón. Al Gobierno de Sánchez, tratando de sacudirse la responsabilidad sin conciencia de cargo, le duelen las manos de aplaudir al equipo de Moreno: “¡Bravo! ¡Así se hace!”. Pero no conviene relajarse. La DANA dejó al descubierto la fragilidad de varias ciudades andaluzas cuando arrecia la tormenta. No hay en España un sistema de saneamiento que trague tanta agua y en tan poco tiempo. Y tenemos la manía de olvidarnos de mantener la red de alcantarillado, salvo detrás de la tragedia. Para más inri, sólo se nos ocurre a nosotros llenar los parques y las aceras de hormigón para impedir que el agua se filtre como es debido cuando llueve con fuerza. Y tampoco se ha inventado la fórmula para evitar que el agua recupere su paso por las zonas inundables donde algunos se empeñan en vivir. Málaga y Jerez se libraron de chiripa. Pero los milagros son mucho menos frecuentes que las riadas. Ojalá hayamos escarmentado.
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