Tomás García

El Burro y las Siete Revueltas

La calle Don Alonso el Sabio mantiene esta rotulación desde 1845 y comprende desde Pérez Galdós hasta Puente y Pellón, habiéndose llamado antes del Burro (Plano de Olavide de 1771) y en ocasiones del Mesón de la Castaña. No sería muy afortunada la elección de esta corta vía para homenajear al rey Alfonso X, que tanto hizo para preservar la identidad urbana de Sevilla cuando se firmaron las capitulaciones en 1248 tras la rendición de las huestes musulmanas, como recoge la Primera Crónica General. La Estoria del fecho de los godos de comienzos del siglo XIV, con tintes legendarios y atribuida al arzobispo de Burgos Gonzalo de Hinojosa, subraya la supuesta advertencia del entonces infante Alfonso con relación a la torre-alminar que después sería conocida como Giralda: “Si una teja derribasen de ella, que por eso degollaría cuantos moros había en Sevilla; que si derribasen un ladrillo de los que estaban encima, que por aquello nadie se salvaría en la ciudad”. La urbe andalusí se entregó intacta y el amor del rey Sabio por la antigua Ishbiliya perduraría hasta su muerte, reposando buena parte de sus restos en ella. Sin embargo, la chanza sevillana usó el doble título para componer uno hiriente, denominándose hasta décadas pasadas en el ámbito popular “Don Alonso el Sabio, antes Burro”... Es destacable la hermosa casa erigida por Aníbal González en 1912 en la esquina con la calle Siete Revueltas, de estilo neomudéjar con reminiscencias modernistas en sus capiteles con dragones alados y en la azulejería con perros, dragones y pavos reales.

Las Siete Revueltas recibe este nombre de modo prácticamente constante desde principios del siglo XV y discurre entre Don Alonso el Sabio y la Plaza de Jesús de la Pasión, antes del Pan. Siete tramos con seis virajes, alguno en ángulo recto, y con un callejón sin salida a su mitad que antaño comunicaba con la Alcaicería de la Loza y era conocido como callejuela de los Trapos. A pesar de su estrechez y su dificultad de tránsito, mantendría en tiempos pretéritos un intenso tráfico de carros y carruajes que la convertía en peligrosa para los peatones, lo cual quedaba acentuado por la presencia de individuos de mal vivir, como queda reflejado en la denuncia vecinal dirigida en 1797 al Ayuntamiento: “Escándalos, robos y camorras que continuamente se efectúan en la callejuela de los Trapos, a donde concurren mujeres prostitutas, soldados o forasteros de todas clases...”. En varias casas de las Siete Revueltas se asentaron renombrados talleres de imprenta –tras su desarrollo industrial por Johannes Gutenberg–, como el de Andrea Pescioni en el siglo XVI o el de Tomás López de Haro en la centuria siguiente. Es conveniente hacer hincapié en la relevancia de la imprenta hispalense para su implantación a nivel nacional, de tal modo que el taller de la familia Cromberger situado en la calle Pajaritos se convierte en el siglo XVI en el más importante en cantidad y calidad de producción libresca de todo el país.

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