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Por si no lo sabía el cofrade de ley, la cuaresma ha dejado de ser el tiempo del ayuno y la abstinencia. Ya se puede comer carne los viernes. No se reprima usted y no sea caduco y aguafiestas. Ahora –y en especial los viernes– se impone la doble libra de carnaca. De ahí el pantagruélico triunfo de la nueva Burger Cofrade. Dícese de la nueva obra maestra que propone la hamburguesería sevillana Monkey Food, especializada, según parece, en hamburguesas creativas.
Leo por la compañera Carmen P. Acal los aditamentos que lleva la Burger Cofrade. El manjar está hecho “a base de dos pattys de 90 gramos de vaca frisona nacional, con cheddar madurado, bacon ahumado al incienso de pasión y una santa mayonesa con toques cítricos acompañada de una reducción de torrija”. Del barroco sublime de Martínez Montañés hemos pasado al barroquismo culinario de la hamburguesa. La pieza, vía Instagram, se presenta bajo un estuche con forma de paso de Cristo. He aquí “la hamburguesa que huele a incienso y sabe a gloria bendita”.
No duda uno del encanto del incienso sobre el bacon, ni de la santidad de la mayonesa, ni del cuaresmal aporte a base de torrija reducida. Pero, ya puestos, uno echa en falta su kétchup macerado con sangre de Cristo, el pan de levadura inspirado en la Última Cena o cierta salsa con sabor a áloe y mirra en recuerdo de la unción del cuerpo muerto de Jesús. Incluso, como toque final, uno añadiría en lo alto una corona de espinas, pero hecha con cebolla frita y enroscada, imitando a la serpiente cual guiño cómplice a la corona serpentina del Gran Poder.
Estoy seguro que tomar carne gracias a la Burger Cofrade tendrá su eclesiástica bula. Al menos el señor arzobispo de Sevilla debería catarla, con lo que tendríamos el cuadro perfecto para tiempos absurdos pero flipantes. Sería todo como una mezcla entre La ricotta de Pasolini, la Última Cena de mendicantesa lo Buñuel, los cálices en plan bar Garlochí y las videoguerrillas cofrades a lo María Cañas.
No concibo unas vísperas más inolvidables y disfrutonas. Me veo deglutiendo una genuina Burger Cofrade y contemplando el cortejo de una cofradía pirata (¡que vuelva a salir la tarima de la Abnegación con su ninot en lo alto!). La despensa de la cuaresma ha cambiado. Adiós al bacalao con tomate. Adiós a la pavía. Adiós a las espinacas. Adiós a los chícharos con huevo. Coma usted carne en cuaresma y sólo haga penitencia con la digestión de la Burger Cofrade. Una aromática infusión, con olor viril a trabajadera, ayudará al tránsito intestinal. No sea que sufra usted por popa un desafinado cante por saetas.
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