SALA DE ESPERA
Jesús Vicioso
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Uno de los protagonistas de la Eurocopa que ha ganado España es de Jaén, y no le ha hecho falta pisar ni el césped para que su nombre sonase en las retransmisiones, ante audiencias millonarias, como auténtica estrella que es. David Broncano ha sido anunciado durante los partidos por los locutores de Televisión Española ante su próximo desembarco en la pública a partir de septiembre, y cada vez que lo escuchaba me imaginaba a los seguidores de Alvise rajándose las vestiduras envueltas en banderas patriotas compradas en bazares chinos a precio de saldo.
Para Jaén, que Broncano dé el salto desde Movistar Plus a las noches de La 1, justo cuando acabe el Telediario, es una grandísima noticia. Porque pocas personas han hecho, en los últimos tiempos, más publicidad de esta tierra que el de Orcera, que no sólo nunca se ha escondido de sus orígenes, sino que ha presumido de ellos una y otra vez, ni ha forzado el acento de las eses que no representa, precisamente, a todo el país. El ‘showman’ es tan marca Jaén como el aove, la pipirrana o los ochíos, y ya están tardando la Diputación en darle un Premio de la Provincia y la Universidad de Jaén en hacerlo doctor honoris causa.
“Broncano, ahora para todos” es el lema que la corporación pública ha elegido para la primera promoción de la nueva ‘Resistencia’ que se estrenó durante la final de la Eurocopa. En el anuncio, sale Broncano con un bombo despertando de su ensimismamiento a una mujer que cose una bandera rojigualda gigante. “Señora, que me voy a La 1. Después del Telediario, ¡no se me acueste!”, dice ‘Pachacho’ en su ‘spot’ de presentación ante millones de espectadores. La fiesta futbolera siguió, pero a las hordas fachosféricas se les duplicó el trabajo: celebrar el triunfo ante Inglaterra y regurgitar odio contra el humorista. Más odio, quiero decir, porque cargar contra el presentador es ya casi una tradición para una parte de las redes sociales que vive en un mundo paralelo.
Obviamente, han regresado las publicaciones torticeras que pulularon hace unos meses sobre el precio del programa de Broncano. Pero el debate es meramente ideológico y demagógico. Porque económicamente no se sostiene (la nueva propuesta es sustancialmente más barata que la serie que se emite ahora) y porque no lo ha habido con otros sangrantes ejemplos, como cuando la televisión pública se gastó 330.000 euros en cada uno de los programas que Carlos Herrera presentó en 2017 y que nadie recuerda (salvo el presentador de la Cope, que se embolsó 15.000 euros por emisión). Ni con el bochornoso programa de los hermanos Iglesias reformando casas de ricachones, ni con la enésima vergüenza de Masterchef. Tampoco lo hay en Andalucía ante el espacio de Bertín Osborne (que sale a que le riamos las gracias a pesar de su célebre “he decidido que no quiero ejercer de padre”), que tiene un precio por episodio muy próximo al de la televisión nacional.
La llegada de Broncano a TVE molesta a algunos no por su coste, ni por no compartir su humor ácido o preguntas sin freno, sino, como reza la tesis de Jorge Raya, por ser de izquierdas: “No odian a Broncano por ser cargante o aburrido, que parece la única razón para detestar a un cómico. Lo odian por rojo”.
Pero también hay mucho de odio contra la brillantez, contra alguien que prefiere jugársela todo o nada para llegar y hacer reír a un público más amplio que el de Movistar. Dice Sergio Bezos que a Broncano “le interesa la gente, y eso no es tan normal”. Por eso, es envidiable la cabeza fría que debe tener el de Orcera para aguantar lo que ya ha aguantado y, sobre todo, lo que le queda por soportar (con millones de tuits y noticias prefabricadas ya no para opinar, sino para hacer daño). Quizá toda la ‘resistencia’ de Broncano se resuma en la frase de su amigo Ignatius Farray: “¿Quién quiere felicidad pudiendo tener algo por lo que luchar?”.
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