
Ropa Vieja
Martín Lorenzo Paredes Aparicio
En el tajo
Rosa de los Vientos
Merece la pena buscar en internet, si es que no lo han visto ya, ese momento sorprendente, y casi de chiste, en el que toda una señora vicepresidenta del Gobierno y ministra de Hacienda sale diciendo que la decisión de que el salario mínimo tribute “no es para recaudar más, sino para no recaudar menos”. ¿Perdón? De póker se le quedó la cara a Yolanda Díaz, sentada a su izquierda, que la miró un segundo entre atónita y alucinada por completo.
De verdad, esa intervención en el turno de réplica de María Jesús Montero debería pasar a los anales de la Historia parlamentaria como el ejemplo de hasta dónde han llegado nuestros representantes políticos, en manos de quiénes estamos… Porque, el miércoles sucedió eso, con luz y taquígrafos, pero quien anda en la arena del circo mediático que es la información política lo ve casi a diario y, aún peor, desde escaños de cualquier color.
Después de la surrealista sesión de control, en la que volvió a primar la máxima de “pregunta lo que quieras, que yo responderé lo que me dé la gana”, la ministra -junto con cuarto y mitad del alto mando socialista, incluido el mismísimo presidente Sánchez-, viajó hasta tierras granadinas para ser aupada oficialmente como secretaria general del PSOE-A. Para traerla de vuelta, aunque sea a medias, porque ha dejado claro que, básicamente, va a teletrabajar por Andalucía, porque tarea no es que le falte en el Ejecutivo o en el PSOE nacional. Para sorpresa de nadie, salió elegida por amplia mayoría, con el 94,5% de los votos y cayeron en cascada los topicazos de “cerrar filas”, “cuenta atrás para recuperar Andalucía”, “coger las riendas” o “unidad de corrientes”… Los guionistas están fritos, saturados, hasta el punto de que este tipo de noticias empiezan a parecer un “dejà vu” en toda regla.
En cierta forma, hay que reconocer que sabe dónde se mete, o dónde pretende meterse, porque es de dónde vino.
Mientras tanto, no se rían mucho cuando escuchen lo que les decía al principio. Quien tiene boca, se equivoca. Aunque, da cierto pudor y bastante miedo que quienes tienen mando en plaza, y cobran por ello, nos sonrojen tan a menudo.
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