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VERICUETOS
Una vida no puede tener precio. Es inmoral. Una aberración. Ninguna administración pública, ninguna entidad privada se atrevería a jugar conscientemente con la vida de nadie. Sería una infamia. Pero, a pesar de todo, Belén ha sido asesinada y por desgracia se ha convertido en el trágico símbolo de la precariedad laboral que sufre desde hace años el colectivo de profesionales de la Educación Social y demás disciplinas dirigidas a intentar construir una sociedad más justa y tolerante.
Trabajar con colectivos vulnerables es lo más bonito que he hecho durante mis veinte años de carrera. Junto a mis compañeras y compañeros hemos salvado vidas, dado segundas oportunidades y devuelto la dignidad a infinidad de personas. Por supuesto que también hemos tenido sinsabores, fracasos, decepciones y frustraciones al ver que no fuimos capaces de encauzar conductas y teniendo que comprobar cómo muchas circunstancias eran más destructivas que nuestra intervención. La mayor parte de las veces la exclusión es el resultado de heridas e injusticias; solo una fracción muy pequeña representa una elección personal, la cual siempre acaba en delincuencia. El objetivo del Tercer Sector es reducir ambas exclusiones: la primera por humanidad, la segunda por filantropía.
Educar es utópico, creer siempre en el otro, confiar en su potencial. Pero el mal existe. Está agazapado en nuestro interior, esperando pacientemente su momento de gloria… Por eso es crucial estar siempre vigilantes y por eso mismo resulta primordial que quienes se dedican en primera linea a combatirlo cuenten con todos los recursos necesarios para que su labor dé frutos y su vida siga sin tener un precio.
Para que ustedes entiendan bien lo que quiero explicar les diré que, cuando una administración saca a licitación pública un servicio como un piso tutelado, un piso para el cumplimiento de medidas judiciales, un centro de día para menores infractores… siempre se tienen en cuenta los pliegos de condiciones que presentan las entidades que compiten por el contrato. Es decir, el qué harán, cómo lo harán y cuánto costará. De un tiempo a esta parte la gestión de estos contratos se ha empresarializado, si me permiten el uso de este participio para identificar una forma de adjudicar los recursos sociales basándose única y exclusivamente en términos de rentabilidad económica. Esta filosofía provoca situaciones traumáticas para las entidades, que se encuentran a menudo con la disyuntiva de tener que elegir entre mantener la calidad de sus funciones a riesgo de perder el servicio o rebajar temerariamente sus pretensiones económicas con tal de ganarlo a costa de hacer concesiones en su proceder.
Surgen entonces realidades que rozan el atentado, como el hecho de que donde una entidad planteaba trabajo para tres técnicos, otra presente una oferta que cubra solo a dos trabajadores. Pero lo peor es cuando la administración hace sus cuentas de la lechera y ve factible que con trabajador y medio (¡medio!) el servicio se cubriría más que dignamente, en un alarde de extraordinaria mediocridad gestora y humana. Por eso ha sido asesinada Belén. Solo por eso. Y se pudo evitar, no interviniendo cuando exista una denuncia previa, como ha dicho alguna politicucha de mierda lavando sus manos ante los medios, sino firmando pliegos dignos, seguros, de calidad y bien remunerados. Porque ninguna vida puede tener un precio y porque temerarias no son las bajas, sino las bajezas que las permiten...
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