Tomás García

Un árbol de pascua

28 de diciembre 2024 - 03:10

Es muy común tener en casa durante las fiestas navideñas la llamada flor de Pascua, planta arbustiva cuyo nombre es algo engañoso, pues el llamativo color rojizo que presenta deriva de sus hojas transformadas en brácteas y no de sus flores, las cuales son pequeñas y pasan casi desapercibidas en el centro de grupos foliares apicales. Con similares tonalidades, existe una planta de porte piramidal conocida como árbol del ámbar (Liquidambar styraciflua) que muestra hermosas hojas aromáticas y balsámicas de perfil palmato-lobulado, desarrollando unos singulares frutos globosos y erizados de matiz negruzco cuando están maduros. Su nombre vulgar se debe a la fragante resina que exudan el tronco y las ramas, pudiendo alcanzar los quince metros de altura en su medio natural. Este arbolito podría recibir también el apelativo de “arbol de Pascua” por el intenso rojo que ofrecen sus hojas en el otoño tardío y a comienzos de invierno.

El liquidámbar es originario del sudeste de Estados Unidos, México y otros países centroamericanos como Guatemala. A pesar de que el clima de Sevilla no le es muy propicio, pues necesita alta humedad y una temperatura ambiental no demasiado elevada en verano, los existentes nos ofrecen un maravilloso espectáculo en los días cercanos a la Navidad. Podemos disfrutar de ejemplares vistosos en el Paseo de Nuestra Señora de la O, Parque de Magallanes, Parque de María Luisa, Jardines de las Delicias, Parque José Celestino Mutis o en algunas zonas de la Isla de la Cartuja como la avenida Américo Vespucio. Pasear por dichos enclaves hispalenses en estos entrañables días y toparse con algún árbol del ámbar es muy gratificante desde el punto de vista estético y aromático, pues su olor impregna el ambiente húmedo que le debe acompañar. Es más frecuente en zonas norteñas y costeras españolas, constituyendo magníficas imágenes otoñales cuando se hallan agrupados.

El árbol del ámbar es muy apreciado en sus regiones americanas por la moldeable madera, que se industrializa a través de grandes explotaciones madereras en regiones meridionales de California. Los nativos de la tribu cherokee lo consideraban sagrado y de él extraían muchas aplicaciones medicinales, usándolo en rituales taumatúrgicos y para sahumerios benefactores en sus fogatas. El gran médico y botánico sevillano Nicolás Monardes (siglo XVI) lo importó del Nuevo Mundo a su jardín botánico de la calle Sierpes, indicando: “Se usa para mitigar el dolor de cabeza y cualquier dolor de causa fría /.../ Resuelve ventosidades, ayuda a la digestión, da ganas de comer”. Instituido en el pasado como símbolo de sabiduría y de justicia, pienso que sería un sabio proceder llevar a cabo plantaciones del “arbol de Pascua” en zonas apropiadas de Sevilla: a orillas del Guadalquivir y en grandes parques que conserven la humedad necesaria para que puedan ofrecernos su inigualable belleza en periodos fríos donde la paleta cromática de la ciudad queda matizada por tonalidades más térreas y grises.

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