
EN LINEA
José Manuel Serrano
Moreno y su talón de Aquiles
Con Trump, Estados Unidos ha hecho su particular brexit. Ha cambiado de alianzas y ha dejado a Ucrania y a Europa con el rabo entre las piernas. Donald Trump y Vladimir Putin quieren pasar de la guerra fría a una guerra muy caliente. Son los nuevos Geta y Caracalla, esos emperadores romanos a los que ridiculiza Ridley Scott en la segunda entrega de Gladiator. Y lo hacen con la única persona capaz de ejercer en el mundo un liderazgo moral, el papa Francisco, debatiéndose entre la vida y la muerte en un hospital de Roma.
Estados Unidos y otros 58 países del bloque occidental boicotearon los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980. Los británicos no participaron en el desfile inaugural, pero Sebastian Coe y Steve Ovett se llevaron las pruebas reinas del atletismo, los cinco mil y los diez mil. España también hizo una cucamona para participar y ese año en la capital entonces soviética Juan Antonio Samaranch fue proclamado nuevo presidente del Comité Olímpico Internacional. Empezaban a fraguarse los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, los únicos que ha organizado España el mismo año de la Expo de Sevilla.
Cuatro años después, fue el bloque soviético y sus satélites ideológicos el que boicoteó los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984. El año de la profecía de Orwell cuyo Gran Hermano ha quedado en pañales con las posibilidades de la Inteligencia Artificial. Los Juegos de 2028 serán de nuevo en Los Ángeles, la ciudad castigada por unos incendios de dimensiones bíblicas que refuerzan la condición de Hollywood como nueva Babilonia. Los de 1984, que uno asocia como espectador al poderío en las piscinas del nadador alemán Michael Gross, el Albatros, fueron los de la plata olímpica de España en baloncesto frente a los Estados Unidos. El máximo anotador en ese partido fue un andaluz de Carmona llamado Andrés Jiménez.
Estados Unidos boicoteaba Moscú 80. Carter contra Breznev. Los Juegos Olímpicos de Invierno tuvieron lugar en febrero y se disputaron en Lake Placid, Estados Unidos. Como el invierno es el aliado de los rusos (eso decía Miguel Strogoff en la novela de Julio Verne), en éstos no hubo boicot. En la final de hockey sobre hielo, Estados Unidos venció por 4-3 a la Unión Soviética. Una metáfora de la guerra fría. La URSS boicoteaba Los Ángeles 84. Chernenko contra Ronald Reagan. Un vaquero en la Casa Blanca.
Cuatro décadas después, Rusia y Estados Unidos han decidido boicotear a todo el mundo con sus ansias expansionistas, desde Ucrania a Canadá y Groenlandia. Los Juegos de 2028 deberían organizarlos ellos solos. Rusos y norteamericanos. Que el histórico beso con tornillo que se daban Breznev y Honecker (en Leipzig y Dresde ha barrido la extrema derecha alemana: los sueños de la razón comunista producen monstruos fascistas) se lo den ahora en la ceremonia inaugural Donald Trump y Vladimir Putin. Un nuevo orden mundial con saltos de pértiga y lanzamientos de aranceles.
Europa, mientras tanto, ¿Kiev sabe dónde? Con el paso cambiado. Recogiendo el chapapote del desembarco de Normandía. Tan lejos de Dios, con el Papa en el hospital Gemelli, y de los Estados Unidos. Bienvenido, mister Berlanga.
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