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En noviembre Netflix estrena una película basada en Pedro Páramo, una de las más grandes novelas chicas que se han escrito. El libro es bastante raro, lleno de motivos que se repiten, pasando por las páginas como esos fondos de los dibujos animados antiguos en que los mismos árboles, las mismas casas y montañas se suceden, como si el personaje caminara por un zoótropo o una rueda de hámster. Con estos libros muy libros, estos textos que uno siente intraducibles, creo que ninguna película es capaz de hacer nada bueno. Los imaginarios no son imágenes, sino imaginaciones.
Rulfo escribió muy poco y no sé si dio pocas o muchas conferencias, por lo que me alegró encontrarme en Twitter un hilito con una breve plática, como a él le gustaba llamarla, sobre la escritura. Dice muchas cosas interesantes, como que él tuvo que empezar a inventarse historias porque en su pueblo nadie las contaba, o que lo primero que hay que hacer al escribir es dar vida a alguien, y luego seguir a ese personaje hasta donde quiera llevarnos, como si existiera fuera de nosotros y después de nosotros siguiera viviendo en el territorio del sueño.
Rulfo dice en esta charla que la escritura sólo puede abordar tres temas: el amor, la vida y la muerte, y por eso importa mucho la forma de contarlos. En esto se va fijando uno a medida que se llena la cabeza de historias y ve que todas, en el fondo, son las mismas: amor, vida y muerte. Y con esta perspectiva, que también endurece y aquieta nuestro corazón y nuestras pasiones, se comprenden y disfrutan otras cosas que antes nos habrían aburrido.
Una de ellas es la trilogía de la vida, de Pasolini, traducción a la pantalla del Decamerón, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches. A Pasolini lo movió un deseo de habitar con ellas, siquiera dos horas, el mundo del mito y la barbarie, el mundo anterior al consumismo y la cultura de masas de la Italia de los 70. En su trilogía hay muchas escenas de sexo sin culpa y burlas, viejos verdes, mujeronas infieles, monjas rijosas, demonios, mierda, dentaduras deshechas, rostros arrugados y hasta un homenaje a Chaplin.
Precisamente porque no contaba nada nuevo, lo que contaba era radicalmente nuevo. Era volver atrás, aunque sus actores fueran hombres y mujeres del siglo XX y no del XIV, y aunque poco después abjurara de su obra al ver que no había esperanza de cambiar nada con ella. Las tres son películas hermosas que cuentan nuestra historia. Amor. Vida. Muerte. El futuro tal vez esté detrás de nosotros, haciéndose pasar por pasado.
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