Las dos orillas
José Joaquín León
Plataforma para las sillas
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Hay muchos que no pueden entender la amnistía. Es demasiado heavy, como diría un amigo mío, que se desmonte la legitimidad de un régimen democrático por una manita de escaños secesionistas. Más gente aún se escandaliza hasta niveles apocalípticos cuando comprueba que esto no supone el hundimiento electoral del PSOE, tesorero de un suelo de más de cinco millones de votos. ¿Cómo es posible?
La amnistía como Jordán redentor de cualquier tropelía política o delito común, por grave que sea, forma parte del horizonte mental, de la cultura política de la izquierda española desde tiempos fundadores, especialmente de la facción socialista. Haciendo un breve repaso, veremos que la solicitaron vehementemente, y en buena medida la consiguieron, para sus líderes implicados en la Semana Trágica de 1909, en la huelga general revolucionaria de 1917 y en el golpe fallido de 1934. Cada una de esas chapuzas se saldaron con decenas o centenares de víctimas e inmensos daños materiales. Pagaron los anarquistas, pero los socialistas, en su mayoría, se fueron de rositas o fueron amnistiados poco después. En el 36 no les fue tan bien, pero cuando el franquismo flaqueó, una de las primeras exigencias de la izquierda marxista en la calle fue la amnistía, como muchos recordamos. Y también la consiguieron, tan pronto como en 1977.
¿Qué han podido hacer Puigdemont y sus muchachos que el PSOE no haya hecho antes con mucha más pasión y eficacia? Aplicarles la amnistía no es algo excepcional, es el trato que esperan los que, hoy por hoy, “son de los nuestros”. Los españoles se dividen, entre otras, en estas dos categorías: los amnistiables, hagan lo que hagan, y los que deben responder ante la justicia de sus presuntos delitos. Los amigos del PSOE y el resto.
Una de las grandes virtudes del PSOE, dicho sin ironía, es que nunca abandona a los suyos. Como toda virtud auténtica, responde a una necesidad práctica: de no ser así, ¿quién estaría dispuesto históricamente a subvertir el Estado, promover atentados, organizar centros de tortura, saquear el patrimonio público y privado, destruir masivamente bienes culturales, corromper las instituciones, aliarse con los peores enemigos de España…? La amnistía, como el indulto, no es un recurso extremo, es un elemento más de la panoplia, de la manera socialista de entender la política, un derecho que se les debe si los pillan con las manos en la masa.
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