Santa Teresa y Sevilla
El agujero negro de Correos
El dinero público no es de nadie. Esta ya mítica frase de la ex vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo se ha convertido parece ser en un verdadero “leit motiv” del actual ejecutivo socialista, que ha decidido dedicar nada más y nada menos que 4.000 millones de euros para rescatar la empresa pública más grande del país; la mítica Correos.
Una empresa que desde que Sánchez decidió poner al frente en lugar de a un profesional capacitado, al amigote de turno, no solo ha acumulado más de 1.300 millones de euros en pérdidas, sino que, a la vez, ha dilapidado el 50% de su patrimonio material (oficinas, naves, locales, etc.) generando un agujero de más de 2.000 millones en poco más de 5 años. Un verdadero agujero negro de dinero de todos los españoles que, de tratarse de una empresa privada, estaría en proceso de liquidación y posiblemente con los responsables de semejante despropósito sentados delante de un juez.
Lejos de todo eso Correos, una empresa que presta cada vez menos un servicio público y más un servicio comercial, va a ser previsiblemente rescatada una vez más a costa de los españoles. Y el plan para hacerla viable en los próximos 3 años nos va a costar 4.000 millones de euros. Por hacernos una idea, con el dinero que se va a emplear en rescatar al operador postal en el periodo 2025/27 se podría poner en marcha la Ley ELA, financiar medicamentos como Braftovi o Palynziq que se han demostrado altamente eficaces para la cura del cáncer, o implantar la paralizada estrategia nacional de salud mental (de la que apenas se ha ejecutado un 30% del presupuesto), y aún sobraría la mitad del presupuesto para invertir en infraestructuras eternamente demandadas.
Sin embargo, mientras se ha denegado de manera sistemática tanto la implantación de la Ley ELA como la financiación de medicamentos para los enfermos de cáncer, el Gobierno inyectará una cantidad ingente de dinero en el operador postal, manteniendo al frente a los mismos que han hundido la empresa, sin renunciar a un solo euro de sus bonus o millonarios sueldos. Un verdadero ejercicio de cinismo y caciquismo, apadrinado por el duopolio sindical, que no ha dudado en apadrinar semejante tropelía a cambio de mantener sus privilegios en materia de subvenciones o liberaciones sindicales.
Así pues, poco o nada parece que vaya a cambiar. Lejos de permitir una entrada de capital privado, que sirva de contrapeso a las decisiones arbitrarias de unos dirigentes sin más mérito que ser amigos o tener el carné, se va a regalar un opulento presupuesto de todos los españoles a un grupúsculo de gente que ha demostrado alta incapacidad para gestionar, que perpetúan hacia los eslabones inferiores de la cadena, la misma metodología de ascender al amigote o lamebotas de turno, a cambio de garantizarse la lealtad, sin importar lo más mínimo la eficacia o eficiencia del servicio. Gente sumisa, cuya única misión es transmitir hacia arriba que todo va fenomenal, aunque la empresa esté prácticamente desahuciada.
La oda a la mediocridad, la verdadera epidemia de este milenio. Se extiende como un virus y contagia a las estructuras de partidos, sindicatos, administración y todo aquello en lo que exista dinero público de por medio. Se penaliza ser brillante, tener iniciativa y demostrar capacidad para la gestión. Y mientras los más preparados son condenados al ostracismo, los pusilánimes que solo destacan por arrimarse al sol que más calienta, van copando de manera parasitaria todas las estructuras públicas, convirtiendo cualquier organismo público en un paradigma de la ineficacia nacional.
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