Jaén y el tren: un engaño histórico

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Andén de la estación de tren de Jaén.
Andén de la estación de tren de Jaén. / Juande Ortiz

05 de noviembre 2023 - 11:19

Políticos que estaban pillando moscas ayer, hoy están cazando Pokémon en móviles de última generación. Distraídos en otros menesteres, pendientes de cuadrarse lo más rápidamente posible ante la última directriz orgánica. Sea la que sea. En nuestros morros desmantelaron las vías del tren asegurándonos un futuro de altos vuelos, el siglo XX no podía albergar sueños de presuntos nuevos ricos con vías de madera y viejo acero. Embelesados con la modernidad de otros no caímos en la cuenta de que nos cambiaron la bolita del cubilete y, al final, nos quedamos como el primo en las inmediaciones de Atocha: sin dinero y, en este caso, sin trenes.

En el siglo XXI ataríamos los perros con longanizas y estaríamos hermanados con Sevilla. Desayuno opíparo en el Santo Reino, tomaríamos un chato por los aledaños de la plaza de Doña Elvira y al atardecer volveríamos al redil embaucados por el encanto hispalense. Un mojón, kilométrico se entiende. Igualmente, ilusionante, sería viajar a la capital. Madrid, a tiro de piedra, pero lástima que no hubiéramos utilizado la honda de los pastores, para llegar más lejos en nuestras reivindicaciones. Hay asuntos que sólo se arreglan con un buen descalabro. Mientras tanto, siguen con el triste reclamo: “Viaje con nosotros”. Palabrería de charlatanes para negar la evidencia de que Jaén cuenta y contará con trenes de segunda, sin los servicios ni tan siquiera del siglo pasado ni de los que disfrutan coetáneos de primera división. El trampantojo es evidente, parece que tenemos tren, hasta que te acercas a él, te montas y descubres que es otra cosa. Lo dicho, engaño histórico.

Renfe y sus secuaces de lo público bien podrían contratar al histriónico Gurruchaga de revisor. Si el viaje es jodienda sin enmienda, al menos, demos un buen espectáculo. Todo lo políticamente incorrecto que se tercie. La vieja guardia de la Mondragón: enanos, voluptuosas bailarinas y negros de tallaje desmesurado. Todo con una fanfarria pegadiza y obscena que cope titulares del ministerio de las buenas costumbres. Con un poco de suerte, hasta nos clausuran el servicio.

Para los engaños que vendrán, y dando por hecho que la casa de las Caras de Bélmez es territorio institucionalmente neutral, deseo que sus planes ferroviarios se proyecten en las paredes como una teleplastia más. Así que consejeros y ministros del ramo, citen a los medios en la calle Real (sic), número 5, de Bélmez de la Moraleda, y ya con un marco parapsicológico adecuado nos cuentan lo que les salga del tintero. Siempre estarán los fervorosos creyentes que dirán que contamos con no sé cuántos servicios y que están fetén, aunque viajen en coche oficial porque lo suyo siempre es urgente. Ustedes sí son necesarios, nosotros sólo somos contingentes. Pues eso.

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