Santa Teresa y Sevilla
Una Korrica grande y libre
En estos días de lluviosa Semana Santa se han producido dos noticias de simbología similar pero con una asimilación variable en cuanto a hechos que la conducta moral puede considerar bastante reprobables. De un lado, en Málaga en plena Semana Santa, la polémica saltaba cuando la Cofradía del Cristo de la Clemencia procesionaba el pasado sábado de pasión la imagen del Cristo Mutilado, un paso que llevaba casi medio siglo sin salir por las calles malagueñas y cuya imagen había sido restaurada en plena pandemia. La polémica no tardó en saltar a las redes y a los noticieros cuando se difundió una imagen de este paso en el que figuraba un escudo franquista con la leyenda “una Grande Libre”.
De manera simultánea, en la otra punta de la piel de toro, se celebraba la Korrika 2024. Una carrera popular que durante 10 días recorre el País Vasco bajo el pretexto de la defensa y la difusión del euskera, pero que en realidad se ha convertido en un festival abertzale con el que se homenajean a los asesinos de ETA que, en el mejor de los casos, cumplen condena en las cárceles. Así, durante la pasada Korrika hasta 60 imágenes de presos de ETA procesionaron por las calles de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya en muchos casos siendo incluso portadas por menores de edad a los que se les presentaba como auténticos héroes a personajes tan repugnantes como Txapote, Garikoitz Apiazu o Diego Ugarte, autor del asesinato de Fernando Buesa.
En ambos casos, una parte de la sociedad tuvo motivos para sentirse ofendida. De un lado las víctimas del franquismo malagueñas, tuvieron motivos para sentirse ofendidas porque en su Semana Santa un paso luciera simbología franquista. De otro lado, las víctimas de los asesinatos de ETA tuvieron que ver con estupor que algunos de los asesinos de sus seres queridos fueran al frente de la Korrika, que contaba incluso con el patrocinio de las administraciones públicas vascas que “compraban” kilómetros solidarios del evento dejando el honor de portar el testigo de ese kilómetro a presos de la banda terrorista.
Sin embargo, mientras el Gobierno anunciaba en apenas 48h un expediente informativo para la hermandad malagueña, para sorpresa de absolutamente nadie, el mismo gobierno hacía la vista gorda con el aquelarre vasco de exaltación a los terroristas. De la misma manera que se producía una especie de alerta social por un símbolo que nunca debió pisar las calles, se normalizaba que los asesinos y torturadores de miles de personas durante los últimos años fueran homenajeados por una parte de la sociedad vasca. Lo que como ciudadano normal me llama la atención y me produce absoluta perplejidad, es que en ese vertedero de opiniones que muchas veces sirve como termómetro de la temperatura moral de la sociedad llamado Redes Sociales, exista una parte de la sociedad que a la par que se escandaliza por la exhibición de la simbología franquista enmarca en la libertad de expresión el homenaje sistemático a los asesinos de ETA.
Gente que como usted o como yo, se han tragado el mantra de que ETA es cosa del pasado y que el peligro más inminente es la vuelta del franquismo. Tal vez el problema sea mío que tengo la extraña manía de que me parezcan mal tanto la exaltación del franquismo como la apología del terrorismo. Una extraña manía que me convierte en buen representante de lo que el Gobierno ha denominado “la fachosfera”. Y es que en tiempos de polarización patrocinada por el Estado, ser moderado, crítico y analítico desde la equidistancia parece ser objeto de persecución. Un apartheid social hacia quien haga un ejercicio de expresión libre, bajo el pretexto de preservar la libertad.
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