Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Salieri escribió esta ópera hace casi 250 años sobre el rapto de Europa y a día de hoy sigue de actualidad por cuanto representa esa mujer mitológica sobre cuyas vestiduras vivimos. Europa nació princesa y acabó siendo amante de Zeus, que la llevó hacia el lugar donde se pone el sol. Resulta fácil identificar esa tierra con el continente donde acababa la tierra conocida. Que no por casualidad el camino que conduce a Santiago acaba en Finis Terrae...
Los límites de Europa resultan claros por norte, sur y oeste; no así cuando miramos hacia oriente. El agua salada la baña, pero en los Urales y el Cáucaso se difumina hasta el punto de no saber bien dónde acaba su cuerpo y dónde empieza la piel de Asia, en una orgía de países y culturas de difícil convivencia.
Lo mismo sucede con sus valores: los hay que defienden las raíces tradicionales y cristianas comunes a todos sus pueblos; por su parte, los hay que promueven los ideales progresistas para luchar contra los totalitarismos beligerantes que siempre la convirtieron en un eterno campo de batalla. Pero de aquí a un tiempo han emergido de nuevo estos últimos como una tercera opción desinhibida y agresiva que busca proteger la Unión, no solo de infieles y extranjeros sino sobre todo de supuestos traidores que estén en contra de cuanto vociferen como guarda y defendimiento de su radical forma de entender lo occidental.
A Europa ya no se la reconoce. Hace décadas era paradigma de proyecto compartido, de espacio común, de tolerancia, moneda única e innumerables sueños por cumplir... Pero ahora todo aquel esplendor parece haber quedado tamizado bajo el atardecer melancólico que supone la falta de entendimiento de sus partes, los muros levantados y los derechos pisoteados por quienes hablan de libertad coartando libertades. Porque lo singular siempre resulta más fácil que lo plural...
Esta semana, como cada lustro, se celebrarán las elecciones al Parlamento Europeo y la mitad del censo se quedará en casa plácidamente, ajena a la importancia del voto que no emitirán. La otra mitad votaremos en conciencia, sabiendo que nadie logrará una mayoría absoluta. Es decir, que en definitiva, gane quien gane, siempre será una minoría bien aleccionada la que gobierne a toda una sociedad aletargada. En el fondo, Europa sigue raptada e irreconocible; no obstante, ejerceré mi derecho para no sentirme culpable cuando llegue el momento de la debacle. Ustedes sabrán lo que no hacen...
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