Ropa Vieja
Martín Lorenzo Paredes Aparicio
Salvemos San Eufrasio
No quería perder el tiempo hablando de política, pero después de seguir en la distancia la campaña del País Vasco, en pleno lunes de resaca electoral, me lo han puesto a webo, con perdón. Porque, la verdad, me llena de orgullo y satisfacción compartir mi gran descubrimiento de estos últimos días: Cambiar de opinión no es mentir. Antes me atormentaba pensando cómo es posible que nuestros políticos tuvieran tan pocos escrúpulos y nos mintieran a la cara diciendo hoy justo lo contrario de lo que hacen mañana. Era un tormento. Pero, en esta campaña han explicado que cambiar de opinión no es mentir. ¡Vaya alivio, señores y señoras! He ahí la clave. Bromas aparte, desde la inocencia más sincera, no entiendo cómo el partido del presidente del Gobierno puede pactar para su investidura con los terroristas de EH Bildu porque no son terroristas y ahora, en plena campaña vasca, resulta que sí son terroristas y hay que hacer frente común contra ellos. Será un cambio de opinión, claro.
Que nos expliquen los motivos y, a lo mejor, cambiamos todos de opinión también. Igual hasta nos convencen con razones. Pero es que no las hay, en todo caso, excusas baratas de mal pagador.
Sucede como con la Ley de Amnistía. Se aprobó en un Congreso de los Diputados dividido como pocas veces antes “por el interés de España” y en “defensa de la convivencia”. Y, por supuesto, a cambio de que Puigdemont y otros cientos más se libren de sus condenas por el “procés” y, de paso, Sánchez tuviera el respaldo de votos que necesitaba para revalidar la Presidencia. Un mal menor con el que evitar que populares y ultraderecha se alíen para llegar al poder. ¡Que viene el lobo, Caperucita!
El mensaje del miedo siempre funciona.
Me pregunto si mis paisanos parlamentarios socialistas, Juan Francisco Serrano y Ana Cobo, no hubieran estado sujetos a la disciplina de voto (“el deber de los miembros de un partido de votar conforme a las directrices o indicaciones de este”) habrían actuado igual. No sé ellos, insisto, pero más de uno en las filas socialistas seguro que estaba en la línea del ex presidente Felipe González, nada sospechoso de ser de Vox o del PP, que confesó alto y claro su rechazo a la ley. O como Emiliano García-Page, que la tachó de “mala ley” porque deja a España “sin defensas”. Y Alfonso Guerra, para quien ese texto es “la condena de la Transición”…
Como dijo alguien, la política debería consistir en mejorar la vida de las personas, no en ganar unas elecciones. Ni mantenerse en el poder a cualquier precio.
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