Manual de Resistencia

06 de marzo 2024 - 07:00

Poco hay ya que escribir que quizá no se haya escrito sobre el rastro de noticias que a raíz del estallido de la operación Delorme, la operación de la UCO que acabó con la detención del chófer, asistente, guardaespaldas y vaya usted a saber que más del exministro Ábalos y otra veintena de personas más, han ido surgiendo hasta las últimas fechas.

Con su detención, el hasta hace unas semanas desconocido Koldo García, personaje más digno de una película de la saga Torrente que de ocupar un alto cargo ministerial, ha destapado una red de trapicheos, mordidas y comisiones en el que parece implicado medio Gobierno. Una trama en la que de un u otro modo, desde el exministro caído en desgracia socialista hasta la propia mujer del jefe del Ejecutivo, pasando por varios ministerios, aparecen a diario en los titulares como sospechosos de haberse lucrado o involucrado en uno de los casos de corrupción que por las circunstancias –recordemos que mientras usted y yo estábamos confinados, estos personajes se estaban forrando- más repugnantes éticamente hablando de nuestra historia.

Una trama de corrupción que salta a la primera plana cuando el Gobierno aún no ha cerrado otra de las polémicas más sangrantes de esta legislatura; el contorsionismo legal en torno a la ya parece lejana amnistía, que en pocos días pasará por el Congreso y que desde Waterloo dan por hecho que será una suerte de barra libre al borrado de todo tipo de delitos de Puigdemont, a pesar de la férrea defensa del Estado de Derecho que el Poder Judicial está haciendo al estado de derecho.

Dos cuestiones que, por separado harían caer a cualquier gobierno occidental, pero que en nuestro país parece que se resiste a hacerlo. El Gobierno hace aguas, pero no se hunde. Sus cimientos se resquebrajan. Pero nunca termina de colapsar. En toda esta historia, lo que me deja absolutamente perplejo, es que el fin que justifica todos los medios del Gobierno no es otro que permanecer el poder a cualquier precio. Todo lo demás, cualquier atisbo de interés general, estabilidad, imagen internacional o decoro institucional están en un segundo o tercer plano de prioridades.

Como también no deja uno de sorprenderse que en medio de esta situación de absoluta excepcionalidad, haya medios de tirada nacional que obvien estos escándalos y lleven en sus portadas asuntos tan de actualidad como las posibles comisiones del cuñado de Rita Barberá (que falleció en 2016) o noticias sobre como Aznar señaló a ETA tras el 11M, como si no hubieran pasado 20 años ya de aquello. Parece que la consigna de algunos es tratar de fijar en el electorado aquello de que “recordad que siempre es mejor que os robemos nosotros a que os roben ellos”.

Y así van pasando los días, sin que cada nueva noticia del caso Delorme provoque dimisión alguna. La oposición parece decidida a esperar a que el Gobierno caiga como la fruta madura, pero parece lógico que en algún momento de esta historia, el líder de la oposición tenga que dar un golpe de efecto. Un puñetazo encima de la mesa para demostrar ese liderazgo que se presupone a quien quiere liderar un Gobierno. Mientras tanto, Sánchez resiste. A las manifestaciones en Ferraz. A las implicaciones del caso Koldo de los Ministros de su Gobierno. Su Manual de Resistencia sigue a pleno rendimiento.

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