Ropa Vieja
Martín Lorenzo Paredes Aparicio
Con zambombas y sin villancicos
Hace unos meses veraneé en Barbate. Todas las mañanas corría por la orilla del mar y el espigón del puerto, a veces descalzo sobre la arena, intentando recuperar bajo el sol la juventud que suele abandonarme el resto del año. A veces paraba a calmar el resuello mientras contemplaba los pequeños cangrejos que vivían en la escollera y otras miraba hacia África, divisando la vecina Tánger los días más claros.
La comarca de La Janda es paradisíaca: Bolonia, Zahara, Caños de Meca, Calas de Roche… Pero también alberga lugares llenos de historia como Baelo Claudia o Trafalgar. La propia Barbate fue de Franco hasta 1998, pero ahora es de atún. Carne roja, manjar del mar, plato del pueblo convertido en lujo, anzuelo de turistas, razón de su flota y de sus bares.
La almadraba es un arte milenario donde se cercan, desangran y capturan las mejores piezas y no hay arráez que no presuma de su trabajo al poner de nuevo pie en tierra. Pero todo cambia cuando, en lugar de atunes, se intentan pescar alijos… Pequeñas y frágiles embarcaciones neumáticas se esfuerzan con denuedo e inferioridad por acorralar a grandes y potentes narcolanchas, llenas de droga en sus bodegas y odio en sus timones. Perfecta alegoría de la debilidad de la ley frente a la fuerza bruta del crimen…
Han tenido que ser asesinados dos guardias civiles frente al espigón de Barbate para que seamos conscientes de que, en esa almadraba humana, los pescadores son en realidad los pescados y los que se desangran sin que nadie haga nada por dotarles de redes y arpones. Es decir, de patrulleras y armas. Es decir, de dignidad y amparo. ¿Por qué tienen siempre que morir unos para que reaccionen otros? ¿Por qué los homenajes a menudo son póstumos? ¿De qué le sirve una medalla a una viuda si ya no hay solapa por la que pasar la mano?
Puede que, mientras yo escribo este artículo o usted lo lee, alguien de las altas instancias del Estado esté degustando un bocado de atún gaditano y esté sintiendo tal náusea con su sabor que sienta la imperiosa necesidad de hacer justicia en forma de recursos. O puede que esas mismas autoridades se hayan convertido en entes tan insensibles que no perciban que ese atún sabrá a sangre inocente mientras no se limpien las costas de traficantes.
Hace unos meses veraneé en Barbate. Supongo que los cangrejos seguirán allí...
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