
En tránsito
Eduardo Jordá
Inocencia
Rosa de los vientos
Jaén/Era el 8-M y felicité a mi hermana, como miles de mujeres ese día.
-“Nena, que hoy es tu día, ¡felicidades!”
-“¿Felicidades, por qué?”
Gran motivo para la reflexión. Mucho se ha avanzado pero, desde luego, nada más lejos que tomarlo como el día de tu cumpleaños. Es un día necesario, de reivindicación, pero nada de celebración, desde luego.
En Jaén, además, coincidió en el tiempo con la muerte de una mujer en Martos, que a estas horas se investiga como homicidio por violencia machista. Una misteriosa mala caída o similar. Así se escribe a menudo la historia del maltrato, con extraños accidentes.
“El feminismo no trata de hacer a las mujeres fuertes. Ellas ya lo son. Trata de cambiar la forma en la que el mundo percibe la fuerza”. La frase es de la activista australiana G. D. Anderson y así ha quedado plasmada en una pared de un muro en Úbeda. Recuerda que la fuerza va más allá de los músculos o de la condición física.
Se trata de igualdad entre personas, no entre géneros, porque un hombre y una mujer nunca podrán ser iguales y no sólo por evidentes motivos de fuerza. Pero sí es justo y necesario ser iguales en oportunidades, reconocimientos y derechos reales, una cuestión que en muchos ámbitos no se ha alcanzado ni de lejos.
Llegados a este punto, es innegable afirmar que los avances en materia de igualdad son tan notables como proporcionales a la parafernalia burocrática creada en torno a la defensa del feminismo. Demasiadas personas que viven de un engranaje, a veces, inflado sin justificación lógica. Hemos creado un sistema demasiado burocratizado en torno al feminismo, y lento, cuando en estos asuntos la rapidez es básica para ser eficientes.
Como en todo, la clave hay que buscarla en el origen, en la educación, porque muchas veces somos las propias madres las más machistas. Sin ir más lejos, el comentario de una mujer en una de las manifestaciones de estos días, lo dice todo: “la igualdad se conseguirá cuando los hombres piensen qué hacer de comida todos los días”. Y es que, a menudo, los prejuicios los sostenemos nosotras mismas.
Sí, otro 8-M sin nada que celebrar.
Pero, mucho por lo que luchar, aún.
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