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David Fernández
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Crónicas levantiscas
Jimmy Carter acaba de cumplir 100 años, el ex presidente más longevo de Estados Unidos padece desde hace un lustro un tumor cerebral y hace 19 meses que decidió abandonar la terapia y retirarse en su casa de Georgia, donde sólo recibe cuidados paliativos. Lucha para vivir cinco semanas más porque su último sueño es votar a Kamala Harris. Su presidencia, que fue corta, de un solo mandato, fue barrida por la ola conservadora que surfeó Ronald Reagan, aunque aquellas elecciones presidenciales, las de 1980, ya venían muy condicionadas para el demócrata por su fracaso en Irán. El régimen de los ayatolás amenaza 44 años más tarde la victoria de otra candidata demócrata.
Los guardianes de la revolución de los ayatolás habían asaltado la embajada de Estados Unidos en Teherán, tomaron como rehenes a 66 personas, entre diplomáticos y americanos residentes en Irán, y Jimmy Carter autorizó a pocos meses de las elecciones una operación de rescate protagonizada por comandos que fue un completo desastre. A los ojos del mundo, los ayatolás inflingían un vergonzoso golpe a la gran potencia que aún sería más duro cuando algunos de los cadáveres de los soldados muertos fueron exhibidos, colgados, en las calles de la capital.
Así que Carter fue barrido en las elecciones, aunque su popularidad en Estados Unidos fue creciendo años después por la labor de su fundación en la resolución de conflictos –recibiría el Nobel de la Paz por ello– y de la bonita historia de amor que firmó con su esposa, ella recientemente fallecida. Cuando él muera habrá quien diga que sido víctima de un tumor, como ha escrito Boris Johnson de Isabel II de Inglatera, que ha señalado a un cáncer de huesos como causa del deceso de una mujer de 96 años que horas antes aún recibía a una flamante primera ministra de fugaz mandato.
Israel ha jugado bien la carta de la debilidad de Joe Biden, no ha atendido sus demandas sobre la crueldad empleada en Gaza y, finalmente, ha entrado en Líbano. El ataque con misiles de Irán beneficia a las dos partes, al régimen de los ayatolás, porque puede presumir de algo ante los suyos después de la eliminación de la cúpula de Hezbolá en Líbano y del líder de Hamas en Therán, y a Israel, porque vuelve a presentarse como una víctima de sus fanáticos vecinos. También gana Trump, y pierde Harris. Como Carter.
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