Valle

Agotado el Viernes de Dolores se habrá posado sobre el suelo de la ciudad el llanto inconmensurable de esta Dolorosa, anegando de lágrimas el Valle de la vida. Para esa hora que funde en nosotros memoria y presente, ya habrán bendecido la vida de los barrios las primeras cofradías. Este año con nazarenos en el Polígono Sur, llenando de Bendición y Esperanza tantas vidas que lo necesitan. Heliópolis, Bellavista, Pino Montano, Triana y parroquia del Sagrario serán surco y puerta abierta a sus hermanos y vecinos. Cofradía de primera… necesidad como las llamó nuestro pregonero.

Será en esa hora cuando todo vuelva. Las estampas que se han ido acumulando sobre la mesa en la espera de la cuaresma. Domingo tras domingo. Las papeletas de sitio dispuestas. El sueño con la mañana más hermosa de cada cofradía, de cada barrio. Las calles desamparadas y huérfanas que vuelven a ser bendecidas, solo una vez, por la cofradía. Los balcones abiertos donde a pesar de la ausencia, solo el amor los convierte en presencia iluminada al paso de cada palio. Los cirios que han dormido casi una semana en las casas de mis hermanos de blanco de La Borriquita. Los chavales acólitos que anunciarán la eterna primavera que es la irrupción de un paso. Las puertas encajadas de las iglesias que permiten adivinar el dorado del paso o el arranque de la manigueta. La ojiva abierta al corazón de nuestra memoria en San Juan de la Palma con la trasera de palio más soñada. El nuevo hermano que juró justo antes de una nueva Semana Santa, en una deuda de amor que convirtió en vida lo que esta le arrebató demasiado pronto. El estreno del monaguillo, casi más corta la tela del roquete que sus días de vida estrenada bajo sus devociones. Las túnicas terminadas en aquella casa de Parras y dispuestas. El patio donde nunca dejaron de estar colgadas las de ruán de varias generaciones, creciendo como la familia.

Y vuelves a dejarte abrazar por la cofradía y su gente como tu lugar en el mundo.