
Tribuna Económica
Carmen Pérez
El euro digital como arma estratégica
Pisando área
Quien se crea que la apuesta por Joaquín Caparrós es clara, sana y transparente es que aún duerme escuchando cuentos de Bambi o Mufasa con su punto Disney de “nunca te rindas”, que tiene su punto de conexión con el Sánchez-Pizjuán. El Sevilla se pone en manos de una persona de setenta años al que se le paró el reloj en un derbi. O, mejor dicho, en un deleznable gesto en un autobús en la previa de un derbi. O un derbi... da igual. En cualquier derbi.
Lo gracioso de todo es la coherencia futbolística que desgrana un proyecto que no paraban de repetir que era serio, de regeneración, de crecimiento... encaminado a devolver al Sevilla la grandeza que una vez tuvo y que perdió.
De un modelo futbolístico a otro radicalmente opuesto. Eso ha sido lo normal desde que Monchi no pinta nada en Nervión. Mendilibar demostró que el fútbol directo y vertical se ajustaba a la realidad de un Sevilla que entonces no estaba para muchos cohetes, y así hasta ganó una Europa League, pero a alguien se le encendió una luz en las noches doradas y alucinógenas que rompieron en PC Fútbol, un videojuego, y acabaron en una herramienta costosa como Wyscout. Y ahí poco se puede hacer. Había mando en plaza. Si hay vergüenza torera se impone una dimisión. Adivinen...
Y del modelo cantera Barça de García Pimienta a la realidad de la apuesta absolutamente desesperada por Caparrós, con sus frases desfasadas preferidas y tremendamente edificantes o irreverentes, como la de pasar “de puta a monja” o la de “en Nervión hay que mamar”. Creía que el fútbol había evolucionado a otras cosas. Creía, o tenía la falsa esperanza, de que en un club que dice que apuesta por la cantera, se iba a apoyar antes que en un señor de 70 años en un entrenador del filial que lo ha dado todo, que lo ha ganado todo y que sabe perfectamente –y si no lo sabe lo debería saber como lo sé yo– que tiene razones para quedarse de momento aquí por ofertas que le surjan.
Los dirigentes del Sevilla, los mismos que dejan su propia palabra a la altura del betún por tres mil al mes, han decidido que Caparrós les va a amortiguar –poco, pero va a amortiguar– algo de la indignación que crece contra ellos. Todo lo que canten recordando las hazañas del entrenador utrerano, como si fueran comparables a las de Juande Ramos, Jiménez, Emery o Lopetegui, serán minutos o segundos que les quiten a los insultos al palco en el partido ante el Alavés y los que aún quedan por llegar en Nervión, con un poco de suerte sin nada en juego pero a la vez un calvario para el palco.
Una decisión más propia de lo que son, de cobardes asesorados por nuevos ricos, por histriónicos que llevan al club entre volantazos mientras engañan a la opinión pública con una tercera vía absolutamente irreal y de la señorita Pepis.
El Sevilla ha vuelto, no diez, ni quince ni veinte, sino veinticinco años atrás. En el banquillo está el entrenador que la afición ha pedido, la diferencia es que ahora lo ha hecho por Twitter y el consejo, consultado el Oráculo, lo concedió. Al menos alguien apretará los dientes. Y parece que eso basta.
También te puede interesar
Tribuna Económica
Carmen Pérez
El euro digital como arma estratégica
El parqué
Tranquilidad
Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Elegir Andalucía
El parqué
Subidas generalizadas