Los retos y las circunstancias

Tribuna Económica

02 de enero 2025 - 03:07

Los retos económicos planteados para 2025 son descomunales a todos los niveles y la adversidad de las circunstancias determinan que las respuestas no inviten al optimismo en la mayoría de los casos. La directora del FMI señalaba entre los primeros al cambio climático y a la pobreza y entre las circunstancias adversas a las guerras, las tensiones comerciales, el endeudamiento y el bajo crecimiento. En otros foros de menor calado institucional la lista se amplía con la llegada de Trump a la Casa Blanca.

Tanto el cambio climático como la pobreza son problemas de carácter global que se manifiestan de diferentes formas, pero las que tienen que ver con la frecuencia e intensidad de los desastres naturales y con la inmigración se perciben como especialmente cercanos y complejos de resolver. En el caso de España, la dificultad se agrava por la infame actitud de los responsables políticos de anteponer, especialmente en los casos de Canarias y Valencia, el interés partidista a la búsqueda de soluciones eficaces.

La presidencia de Trump hace planear de nuevo la amenaza de guerra de aranceles, con perjuicios potencialmente elevados para las exportaciones españolas y andaluzas. También vaticina dificultades adicionales en la lucha contra el cambio climático y la pobreza, además de abrir una brecha de dimensiones imprevisibles en el frente occidental de apoyo a Ucrania frente a la agresión rusa. En realidad, la incertidumbre se cierne sobre el conjunto de las relaciones entre Europa y Estados Unidos, con el ingrediente añadido del ascenso del populismo radical en las preferencias del votante europeo.

Por si Europa no tuviese bastante con las dificultades competitivas en sus tres principales economías, pero especialmente en Francia, tras disparase el déficit por encima del 6 % del PIB y del rechazo mediante moción de censura al primer ministro de su plan para reducirlo al 3% en 2029, como exige la UE, el radicalismo popular de extrema derecha se ve espoleado con el regreso de Trump al poder. Su anterior mandato se dejó notar en forma de crisis políticas e institucional en la UE, como el Brexit o la paralización del proyecto de zona de libre comercio en el Atlántico norte, aunque también sirvió para recuperar el pulso en las relaciones internas en la UE, que llevaban algún tiempo debilitándose. En esta ocasión la reacción tampoco ha tardado en llegar, en forma de acuerdo de libre comercio con Mercosur y del impulso a una política de defensa europea y al compromiso con Ucrania, anunciados por D. Tusk al inicio del semestre de presidencia polaca de la UE.

En España los acontecimientos discurren por otros senderos. Tenemos, por un lado, nuestras particulares versiones de gobierno radical-populista, aunque autoproclamado de izquierda y progresista, del drama de la inmigración en Canarias y de la desesperante ineptitud en la reacción frente al desastre natural en Valencia. Por otro lado, a la corrupción en la cima de un clima político disruptivo que nos lleva a negar al contrario por lo que es, más que por lo que hace, en el que las decisiones políticas están guiadas por la permanencia o acceso al poder, antes que por el interés general.

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