Popular

Hay manifestaciones de religiosidad fuera de las hermandades que no podemos obviar. Quizá haya que usar nuevas nomenclaturas para entender la amplitud del fenómeno. Por ejemplo, profundizar en el concepto de “cofradierismo” tal y como reclama un sector de la nueva sociología. La clave está en si creemos realmente en la religiosidad popular como manifestación de fe verdadera. Es posible que el congreso se quedara en la superficie. No solo de las cofradías vive la religiosidad popular, ni porque las cofradías estén bajo la jurisdicción arzobispal está todo regulado. El decir que solo por salir se evangeliza es una reducción y una excusa para nuestras salidas extemporáneas (puede producir el efecto contrario, si detrás no hay valores evangélicos).

¿Realmente las salidas extraordinarias o misiones tienen detrás proyectos pastorales y de evangelización? ¿En el siglo XXI pretendemos evangelizar igual o con los mismos medios que en el siglo XVII? Lógicamente las procesiones siguen teniendo sentido pleno, pero lo que antes tenía un valor catequético indudable, en esta época de la IA y de la información instantánea, a lo mejor es necesario replantearlo. Corremos el riesgo de diseñar una religiosidad popular de cartón piedra, para el turismo, más falsa que el pueblo de Bienvenido, Míster Marshall. Somos factor de atracción turística, así que está garantizada nuestra existencia sociocultural. Hay quien se conforma con eso, con ser meros números y datos macroeconómicos.

Los cofrades oficiales quizá nos confesamos muy poco del segundo mandamiento, porque no solo el hecho de salir significa per se evangelizar, y menos si el resto del año los valores que se viven en la hermandad no son precisamente cristianos. El efecto puede ser el contrario. Evangelizar en el siglo XXI debe tener un sentido completamente distinto y a lo mejor no es solo la salida física de las imágenes lo que evangeliza hoy día. Las hermandades han sabido adaptarse a los siglos y este nuevo reto está aún pendiente de afrontar.