Hermanos anónimos

Tarde de nazarenos y de penitentes anónimos acompañando a sus Titulares; cuántas peticiones y rogativas habrán sido solicitadas, para que se cumplan sus expectativas de futuro ante cualquier disyuntiva propia o de algún familiar. Estas peticiones personales y esas oraciones tan íntimas, lo permite aún más el anonimato que da el antifaz, bendito anonimato que nos deja fuera del “yo soy”, tan valorado en esta época. Donde el egocentrismo ha vuelto a resurgir en todas las estructuras sociales.

“Yoísmo”, que desafortunadamente ha entrado en nuestras cofradías unido al “varismo”, como se puede denominar el gusto por la vara, pero no de cualquiera, sino de una lo más cerca posible de los pasos, como demostración banal de una parcelita de poder. Que muchas veces, desafortunadamente, no va acompañada con el servir a la hermandad. De ahí el acaparamiento de muchos miembros por continuar durante muchos en las distintas juntas de gobierno, cambiando de puestos como si de un juego de rol, se tratase.

En cambio, ese nazareno anónimo que va con su cirio o cruz entre las filas de su cofradía, de forma alegre, piadosa y fraternal; esos hermanos son los que hacen grande a nuestras hermandades, muchos de ellos no quieren un lugar preferente, no quieren ser protagonistas, solo quieren realizar su estación de penitencia año tras año.

Precisamente a estos hermanos anónimos son los que hay que cuidar y mimar; y muchas veces no se hace en las hermandades, al estar inmerso las secretarías o las mayordomías en una mera gestión burocrática, dejando muchas veces atrás el trato fraternal y el carácter espiritual y religioso. Lo que ha aumentado últimamente con la total secularización de nuestra sociedad. Las nuevas tecnologías son muy positivas en la gestión administrativa, pero también ha fomentando que los hermanos vayan menos por las casas de hermandades. Todo ello, unido a la falta de actuaciones de algunas juntas de gobierno ha motivado una decadencia de la convivencia en las casas de hermandad.