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El Banco de España señala cuatro puntos de anclaje para la estabilidad financiera española en su Informe de Otoño de 2024: el crecimiento a corto de la economía española; el estado de la finanzas públicas y privadas, tanto a corto (déficit) como a largo (endeudamiento) plazo; la solvencia del sistema bancario; y el contexto geopolítico. Habrá que reflexionar sobre los primeros en futuras entregas, pero en esta ocasión nos limitaremos al contexto geopolítico.
Para el Banco de España se trata de más incierto de los anclajes, con evidente posibilidad de empeorar en el futuro y en el que nos movemos de la mano de Europa, lo que supone un margen de maniobra limitado para el impulso de iniciativas de interés propio. Ucrania y Oriente Próximo son los puntos candentes más cercanos a nuestros intereses, el primero por el elevado coste del compromiso moral asumido frente a la agresión rusa y sus implicaciones en materia de política energética; el segundo por circunstancias parecidas, aunque con más fisuras en la unidad de acción y con la amenaza añadida al tráfico comercial en el Golfo Pérsico. Otra fuente de inestabilidad financiera puede ser el conflicto arancelario entre China y Europa, pero sobre todo con Estados Unidos, dada la amenaza que supone la utilización como represalia del elevado volumen de deuda norteamericana en poder de China.
Puesto que el Informe del Banco de España se elaboró antes de las elecciones norteamericanas, no se aventura en la valoración de estos mismos factores de riesgo tras la victoria de Trump. Pese a ello, es apreciable un cierto nerviosismo prematuro, similar al que ahora puede apreciarse en otras instituciones europeas, dado el reconocido antieuropeísmo del futuro presidente y de su particular visión de los equilibrios internacionales. El regreso de Trump a la Casa Blanca se interpreta como una seria amenaza al multilateralismo, a la OTAN y a las relaciones transatlánticas en general, así como al orden internacional tal y como está establecido en la actualidad.
Para Europa supone mayor urgencia para las reformas estructurales pendientes y para hacer frente a las nuevas amenazas, tal y como queda reflejado en el informe Draghi sobre competitividad, del pasado septiembre. Dada la incertidumbre en torno al complejo escenario bélico, apremia la necesidad de afirmar la futura política de defensa europea, con la consiguiente dosis de independencia de los Estados Unidos y de consignación presupuestaria, así como de adaptarse a los cambios previsibles en el comercio interregional. De ambas circunstancias debe beneficiarse la economía española, dadas las características de su industria armamentística, y el crecimiento potencial del comercio con Mercosur.
También es previsible que la vuelta de Trump suponga un impulso a las organizaciones políticas más radicales, especialmente de derechas, y que aumente su negativa influencia sobre la ya debilitada fortaleza de la unidad europea, aunque también cabe la posibilidad de que la necesidad de forzar la colaboración en iniciativas comunes de naturaleza estratégica termine por estimular la cooperación política y provocar el efecto contrario.
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