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Elecciones en Estados Unidos, cumbre de los Brics en Kazán (Rusia) y el decretazo de Sánchez para controlar el Consejo de RTVE. Aparentemente poco tienen que ver ente sí, pero en torno a las tres revolotea la misma impresión: la crisis del capitalismo democrático.
Capitalismo y democracia son cosas muy diferentes, pero también compatibles. La gran virtud de ambos es que se complementan de maravilla. Lo sostiene Martin Wolf, economista de Financial Times, cuando expone su visión de lo que denomina la crisis del capitalismo democrático y lo explicaba mucho antes Aristóteles. Venía a decir que la democracia solo es posible si los ciudadanos son libres y para ello es necesario un cierto nivel de independencia económica. Es la relación básica entre democracia y capitalismo, cuyo funcionamiento solo es propicio cuando los incentivos que estimulan el comportamiento de las personas son los adecuados. Esto ocurre cuando las compensaciones conseguidas a base de esfuerzo y trabajo son mayores que las derivadas del corporativismo y el nepotismo y cuando el respeto a la ley se impone sobre los beneficios de sortearla.
En este juego el papel de las instituciones es fundamental, porque a ellas corresponde no solamente proporcionar a la sociedad los incentivos que permitan una asignación eficiente de sus recursos, sino también defenderla del atropello de quienes ejercen el poder. El capitalismo no democrático surge y se expande por las fisuras en la democracia que se inician con la ocupación de las instituciones. La estabilidad del matrimonio entre el capitalismo, o el mercado, y la democracia reside, por tanto, en la independencia de las instituciones responsables de impedir, diría Wolf, una concentración excesiva tanto del poder como de la riqueza.
La relación entre la crisis del capitalismo democrático y la referencia a las elecciones en Estados Unidos viene a cuento no solamente del recuerdo del asalto al Congreso por seguidores de Trump y de sus maniobras para subvertir el recuento de los votos. También por el fantasma de la plutocracia a la vista de la presencia de Elon Musk en la campaña norteamericana, es decir, de los resortes que utilizan los ricos para aproximarse al poder político.
Lo más notable de la cumbre de los Brics y emergentes es el apoyo más o menos explícito a la política expansionista de Putin, pero también la voluntad de quebrar el orden económico internacional. El impulso a un nuevo sistema internacional de pagos que permita esquivar las sanciones al régimen de Putin (y de Venezuela) interesa a los más de treinta países participantes. En otros tiempos la cumbre se habría identificado como de no alineados o directamente anticapitalistas, pero en estos momentos, en los que prevalece la búsqueda de nuevas fórmulas de conciliación entre mercados (nadie renuncia a la globalización) y geopolítica, con China en la cúspide de la pirámide, más bien cabría hablar de exaltación del capitalismo no democrático.
En el caso de España, el asunto de la renovación del consejo de RTVE no es más que un nuevo asalto a la independencia de las instituciones, sobre el que nada diferente a situaciones similares anteriores cabe apuntar.
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