Sobre todo caritativas

Las cofradías nacieron en la Baja Edad Media con dos fines fundamentales: rendir culto a Dios, la Virgen, Cristo o los santos y, fundamentalmente, para practicar la caridad intracofrade y, si había recursos, para con el resto de la sociedad. De esta forma monopolizaron la actividad benéfico-asistencial, a diferencia de los siglos anteriores cuando lo habían hecho las instituciones eclesiásticas.

Sin duda, la caridad era una de las principales actividades que dieron sentido y justificaron la existencia de las cofradías en un momento, la Baja Edad, en el que la demanda de la labor asistencial fue muy importante. Como el Estado no contemplaba entre sus competencias actuaciones de índole social, fueron las cofradías las que asumieron y dieron respuesta a muchas demandas caritativas provenientes del tejido ciudadano. Recordemos que para el hombre de la Edad Media el ejercicio de la caridad no solo tenía un cariz social sino, sobre todo, religioso pues el pobre era un símbolo de la presencia de Cristo en la tierra como Christus Patiens.

Todas las hermandades bajomedievales eran hospitalarias, pues contaban con un pequeño hospital dedicado a la acogida de pobres. La asistencia en ellos recibida era más caritativa que medicinal, cumpliendo una función de albergue o asilo. Su tamaño era pequeño, de tal manera que el número de acogidos no superaba la docena. El tipo de recogimiento más completo proporcionaba casa, cama, ropa y limosnas (por lo general durante las Pascuas). Para ello las hermandades recibieron una serie de donaciones destinadas a sufragar los gastos generados, así como propiedades generadoras de rentas.

Esta actividad benéfico-asistencial externa se practicaba siempre que las necesidades y demandas de los hermanos y hermanas estuviesen cubiertas. Las cofradías bajomedievales eran, ante todo, hermandades y ello les garantizó su éxito y continuidad. Tomen nota las actuales corporaciones si quieren asegurar su supervivencia, pues las modas pasan y solo lo importante permanece.