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Llama la atención las enormes diferencias existentes entre estas dos regiones y no solo por la situación geográfica dentro de la península o de tipo lingüístico, cultural o histórico, sino, sobre todo, por su grado de desarrollo. Según las últimas cifras oficiales (INE.2023) en Andalucía la renta per cápita era de 23. 218 euros, la tasa de paro del 16% y la tasa de riesgo de pobreza del 29%. En el País Vasco era de 39.547 euros, del 8% y del 10%, respectivamente.
Todo ello guarda estrecha relación con la estructura productiva del PIB regional. En Andalucía el sector primario participa con el 7%, la industria y energía el 11%, la construcción un 6% y los servicios un 76%. En el País Vasco es de un 1%, un 23%, un 6% y un 70%, por el mismo orden. El sector servicios, el de mayor peso, en nuestro caso destacan las ramas del turismo, comercio o administración pública, que son actividades poco productivas y con bajos salarios, y en el País Vasco se trata de servicios avanzados, tecnológicos o financieros de alto valor y buenos empleos.
No obstante, la diferencia fundamental radica en el sector de la industria y energía, objeto principal del presente artículo. El País Vasco cuenta con grandes empresas innovadoras, competitivas y con sedes fiscales propias que generan muchos ingresos a su Hacienda foral. Por el contrario, en Andalucía sobresale la producción agraria, que, a pesar de ser un sector básico para la vida, su contribución al Producto Nacional Bruto (PIB), tanto en España como en cualquier país desarrollado, es mínima.
Como consecuencia la participación de nuestra región en el PIB nacional es del 13% y en el volumen de exportaciones de un 10%, cuando en territorio y población representamos alrededor del 18%. En el País Vasco, debido, también, a una mayor inversión en I+D y mayor valor añadido de sus productos es del 6.5% y un 10%, con una población del 4.5% y un 1.4 del territorio.
Aunque los antecedentes de esta realidad proceden de mediados del siglo XIX, con la revolución industrial, nuestro análisis parte de 1940 con el gran impulso de los Altos Hornos de Vizcaya, que fue la empresa más importante de España y que arrastró a otras muchas, gracias a las cuantiosas ayudas del Instituto Nacional de Industria (INI), formando un sólido tejido industrial que dura hasta nuestros días, a pesar de la reconversión de la década de 1980 y el cierre de parte de sus instalaciones.
Al frente de estas industrias había buenos empresarios, además, de profesionales, políticos y la gran banca, todos ellos muy identificados y defensores de sus intereses. Estos poderes fácticos consiguen grandes beneficios del proteccionismo industrial franquista, en ocasiones, mediante chantajes y procedimientos violentos.
Por vía democrática logran que en la Constitución Española se recoja el reconocimiento del Concierto y luego se les permita una negociación del Cupo totalmente privilegiada que se traduce en que la inversión pública por habitante, a lo largo de todos estos años sea del orden de un 50% superior a la de Andalucía y, por lo tanto, mejores servicios docentes, sanitarios, sociales e infraestructuras de todo tipo.
En las últimas legislaturas, estos políticos, la mayoría nacionalistas, hacen valer a precio de oro cualquier apoyo al gobierno de turno para continuar aumentando sus privilegios y competencias administrativas, en detrimento del Estado y del resto de las regiones, en especial de Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha; comunidades que llevan ya siete décadas siendo las menos desarrolladas de España.
Pero no se trata de confrontar regiones sino de aprender y hacer valer nuestras fortalezas con diplomacia e inteligencia. En la línea de mis anteriores artículos en este mismo medio y, de forma muy resumida, considero que la transición energética representa una gran oportunidad para producir electricidad renovable barata y en grandes cantidades para el hidrógeno y sus muchos derivados, Centros de Datos, fabricación de baterías, desarrollo de la electrónica y, en general, para una industria verde y de futuro. Seria cambiar el modelo productivo e instalar las grandes empresas donde está la energía, en lugar de llevarla al País Vasco que solo produce un 36% de su consumo o a Madrid que solo produce un 4.4%.
Nuestra otra gran fortaleza son los recursos mineros. La Unión Europea, para evitar la enorme dependencia del exterior de minerales básicos por la transición energética, ha aprobado una serie de medidas para su desarrollo. Hablamos de una minería moderna, sostenible y circular, no solo de nuevas extracciones sino, también, de la reutilización de antiguas minas y revalorización de escombreras para su transformación en los componentes metálicos de la producción renovable y la movilidad verde, así como para la digitalización de toda nuestra industria, en especial, agroalimentaria, aeronáutica, de defensa y química.
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