El pueblo de Jaén hermanado con la villa medieval de Carcassone en Francia
Está en el centro geográfico de la provincia
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Baeza/A más de 1.000 kilómetros de distancia y unas nueve horas de viaje en coche, dos ciudades cargadas de historia y patrimonio han establecido un vínculo que trasciende fronteras. La villa medieval de Carcassonne, en el sur de Francia, y Baeza, baluarte del Renacimiento en la provincia de Jaén, comparten desde 2012 un hermanamiento que refuerza la colaboración cultural, educativa y turística entre ambas localidades.
Carcassonne: fortaleza de la Edad Media
Carcassonne, conocida en francés como Carcassonne y en occitano como Carcassona, es la capital del departamento del Aude, en la región de Occitania. Su imponente ciudadela amurallada, restaurada en el siglo XIX por Eugène Viollet-le-Duc, es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y atrae a miles de visitantes diarios. Este conjunto arquitectónico medieval, rodeado por el río Aude, ha sido testigo de siglos de historia, desde su fundación en la época neolítica hasta su consolidación como una de las rutas estratégicas entre el Mediterráneo y el Atlántico.
La ubicación de Carcassonne es clave para entender su relevancia histórica. Situada a medio camino entre Narbona y Toulouse, su entorno natural incluye la montaña Negra al norte, las Corbières al este y el valle del Aude al sur. Este enclave privilegiado no solo ha favorecido su desarrollo como ciudad fortificada, sino también como un destino turístico de primer nivel. Tanto es así que cuenta hasta con un juego de mesa propio en el que gana quien más fortalezas consiga construir.
Baeza: capital del Renacimiento en Jaén
Por su parte, Baeza se encuentra en el centro de la provincia de Jaén, rodeada de campos de olivos y humedales como la Laguna Grande, de gran riqueza ecológica. Esta ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2003 junto a Úbeda, es un ejemplo sobresaliente del Renacimiento español.
Los siglos XVI y XVII marcaron la época de mayor esplendor de Baeza, cuando se erigieron sus principales monumentos. Entre ellos destacan la catedral, la iglesia de Santa Cruz, el convento de San Francisco y el Ayuntamiento, todos testigos de un legado arquitectónico que dejó tanto el Renacimiento como el gótico isabelino. Además de su riqueza patrimonial, Baeza es conocida por su producción olivarera y su papel como sede de la Universidad Internacional de Andalucía, lo que subraya su relevancia cultural y académica.
Un hermanamiento para fomentar la cooperación
El hermanamiento entre Carcassonne y Baeza se formalizó en 2012, en un acto simbólico en el que los alcaldes de ambas ciudades firmaron un acta bilingüe. Este documento establece compromisos mutuos para fortalecer los lazos de amistad y colaboración, así como para trabajar por la paz y la fraternidad desde una perspectiva europea.
Uno de los aspectos más importantes de este hermanamiento es el fomento de proyectos conjuntos en ámbitos culturales, patrimoniales, turísticos y económicos. Además, se ha dado prioridad a las relaciones educativas, que ya existían desde hace más de una década gracias a los intercambios entre el Instituto Santísima Trinidad de Baeza y el liceo Jules Fil de Carcassonne. A lo largo de estos años, más de 500 estudiantes han tenido la oportunidad de conocer ambas ciudades, enriqueciendo sus experiencias académicas y personales.
El hermanamiento también ha fortalecido el atractivo turístico de ambas ciudades. En Carcassonne, los visitantes pueden descubrir el cartel que anuncia esta conexión especial con Baeza, un recordatorio de los lazos históricos y culturales que unen a estas dos localidades. Por su parte, Baeza destaca esta asociación en sus iniciativas turísticas, promoviendo el intercambio de visitantes y el conocimiento mutuo.
En última instancia, esta asociación refleja el poder de la colaboración internacional para preservar y celebrar el patrimonio histórico, al tiempo que se generan nuevas oportunidades para el desarrollo económico y cultural. Baeza y Carcassonne son un ejemplo inspirador de cómo las ciudades patrimoniales pueden unirse más allá de las fronteras, creando un legado compartido que traspasa fronteras e idiomas.
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