Un tesoro sefardí maldito y de leyenda en la Judería de Jaén
TURISMO OSCURO
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En el corazón del Conjunto Histórico de Jaén se encuentra un rincón cargado de historia y misterio: la Judería de Jaén, también conocida como el Barrio de Santa Cruz. Este enclave, declarado Bien de Interés Cultural, despierta la curiosidad de quienes exploran sus callejones y plazas empedradas, porque, además, aguarda un secreto en forma de leyenda maldita.
La Judería de Jaén: un paseo por la historia
Durante la Edad Media, la Judería de Jaén albergaba a la comunidad judía que vivía en la ciudad. Este barrio histórico se caracteriza por su intrincado entramado de calles, entre las que destacan el Callejón del Gato, la calle del Rostro, la calle Santa Cruz y la emblemática Plaza de los Huérfanos. Con este último espacio se relaciona precisamente la leyenda macabra que se repite de boca en boca hasta nuestros días.
La leyenda de la Plaza de los Huérfanos
En medio de todos estos enclaves históricos, la Plaza de los Huérfanos, con la recreación de un candelabrode siete brazos llamado ‘menorá’ judía como punto central, se erige como escenario de una leyenda enigmática y poco conocida. Cuenta la historia que unos ganaderos de paso por Jaén solicitaron asilo para la noche en una casa que se encontraba entre la Plaza de los Huérfanos y la calle del mismo nombre. La dueña de la casa aceptó generosamente la retribución ofrecida por los pastores y les permitió alojarse en el sótano.
Sin embargo, en medio de la noche, la hija de los dueños se despertó al escuchar extraños susurros que provenían de la parte baja de la casa donde se hospedaban estos extravagantesinvitados. Intrigada, se acercó sigilosamente y presenció un ritual en el que los pastores rodeaban una vela encendida, pronunciando palabras en un idioma desconocido. Mágicamente, una de las paredes se abrió, y los pastores entraron en una cueva repleta hasta el techo de tesoros.
La hija memorizó las palabras mágicas y, al día siguiente, junto a su madre, repitió el ritual. La pared se abrió nuevamente, revelando el deslumbrante tesoro. Sin embargo, la vela se apagó antes de que la joven pudiera escapar, quedando atrapada en la cueva. La madre, desesperada, intentó alcanzarla, pero el muro se cerró de nuevo, dejando a la joven con el conocimiento de las palabras mágicas.
Algunos afirman que los ganaderos eran judíos que regresaron en busca de los tesoros que habían escondido antes de su expulsión. Sin embargo, considerando el carácter esotérico de la leyenda, también es posible que fueran magos, seguramente judíos, que conocían los tesoros ocultos de Jaén, que podrían ser de naturaleza sagrada y relacionados con el conocimiento secreto que la ciudad guarda celosamente.
Otras leyendas de Jaén mencionan galerías y cuevas que albergan tesoros, todo dentro de un contexto misterioso y oculto que merece respeto y admiración.
Esta cautivadora leyenda evoca reminiscencias del cuento de ‘Las mil y una noches’ de la cueva de Alí Babá y los cuarenta ladrones, donde la apertura y el cierre de la cueva dependen de palabras mágicas y donde es crucial no quedar atrapado, y que también recuerda, por otra parte, a algunos dichos populares como “la avaricia rompe el saco” o “la avaricia es la pobreza de los ricos”.
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