La villargordeña que vivió 'in situ' la DANA de Valencia: "Tocó remangarse y ayudar"
Sucesos
El temporal sorprendió a María Carmona Delgado en una pedanía valenciana, y desde entonces colabora junto a una comunidad misionera limpiando calles y repartiendo comida en Algemesí, ciudad de una de las comarcas más afectadas
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Jaén/A la villargordeña María Carmona Delgado el temporal valenciano de la semana pasada le pilló en la Casa de Espiritualidad San Juan de Rivera de La Barraca de Aguas Vivas, una pedanía de Alzira que pertenece a Ribera Alta, una de las comarcas más afectadas por la DANA que se ha cobrado más de 211 vidas, según el último recuento oficial. Ella llevaba en la provincia de Valencia tres semanas, conviviendo con la comunidad de Salesianas Misioneras y Cristo Pastor, con la que colabora como voluntaria y ya ha viajado a países como Bolivia y Chile. Tenían varios actos organizados para esa semana. Pero las fuertes lluvias lo truncaron todo.
“El lunes -28 de octubre-, cuando empezaron a avisar del temporal que habría al día siguiente, comenzaron a cerrar polideportivos y otras instalaciones. Nos dijeron que permaneciéramos en casa”, explica María a Jaén Hoy. Una de las iniciativas que su comunidad misionera tenía pensado celebrar con la pastoral de la Universidad de Alzira no se canceló hasta el martes por la mañana, cuando la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ya había elevado a rojo el nivel de alerta por precipitaciones. Desde primera hora de la mañana, en Utiel y Requena caían más de 300 litros por metro cuadrado.
"Yo estaba en la casa con el padre Alejandro, boliviano, y las hermanas Mauge, Esther, Liz y Clara, que es valenciana. Desde dentro veíamos el fuerte viento rompiendo los árboles y lo mucho que llovía. Los mensajes de emergencia no nos llegaron al móvil hasta las ocho de la tarde. Nos empezó a entrar agua por la cocina y la despensa, pero, como allí estábamos seis personas, pudimos salvar la situación”, cuenta la joven. Al día siguiente, cuando la tempestad se calmó, el grupo de jóvenes lo tuvo claro: “Nos tocó remangarnos. Pensamos que teníamos que ayudar, aunque no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar”, dice María
"Desbordamiento de necesidades" en Algemesí
Pusieron rumbo en coche a Algemesí, una ciudad de casi 30.000 habitantes, también en Ribera Alta, a algo más de 40 kilómetros de Valencia y muy cerca de la desembocadura del río Magro. El afluente del Júcar se había desbordado el día anterior a su paso por Utiel y Requena. El agua inundó todos los municipios río abajo. De hecho, después de recibir el visto bueno de la Policía, el grupo de misioneros tuvo que hacer a pie el tramo final de su camino. Llegaba un punto en el que el terreno, lleno de lodo, estaba impracticable.
“En Algemesí nos encontramos un desbordamiento de necesidades”, indica la joven de Villargordo. “Llevamos desde entonces ayudando a familias a sacar agua de casas, de los sótanos, de las calles. También estamos repartiendo alimentos y platos de comida calientes en diferentes barrios”. Poco a poco y casi sin darse cuenta, la comunidad de Salesianas Misioneras y Cristo Pastor se fue convirtiendo en “una especie de centro de coordinación”: “El padre Alejandro y la hermana Clara han sido claves para movilizar a centenares de personas, y lo siguen haciendo. Hemos conseguido también voluntarios de la pastoral de la Universidad de Alzira, y desde la parroquia distribuimos y organizamos el trabajo. Un día toca limpiar una calle. Otro día, transportar cajas de alimentos. Otro, verificar si hay personas en casas en las que todavía no hay luz. Cada día es distinto”, narra María, que no escatima elogios para alabar el trabajo de la comunidad misionera.
La joven lamenta que la ayuda oficial haya ido llegando a cuentagotas: “Hay barrios en los que todavía no se ha metido mano, aunque sí ha habido efectivos de Murcia, de Cantabria, de Barcelona, también de Francia”, asegura. Después de los primeros días se comenzó a contar con apoyo de la Unidad Militar de Emergencias (UME): “Estábamos sacando agua de un sótano con cubetas y, gracias a ellos, pudimos agilizar el trabajo con maquinaria pesada”. Más allá de eso, una de las cosas que más hacen falta son botas: “El lodo no se va, la gente no puede caminar bien y hay peligro de que se caiga, sobre todo las personas mayores”.
En ese contexto, la segunda alerta roja de la Aemet cinco días después de la primera -el domingo- hizo que todo el mundo se temiera lo peor: "Estábamos en mitad de la calle ayudando a la gente cuando nos avisaron de la alerta. Ordenaron que se refugiara todo el mundo. El río no se desbordó, por suerte, pero hubo un ambiente de terror, lo más parecido que he visto a la guerra", según esta vecina de Villargordo.
"Estamos agotados emocionalmente"
Después de varios días de trabajo, María hace balance de todo lo vivido: “Parece que ha pasado un mes. Estamos agotados físicamente, pero, sobre todo, emocionalmente”. No es para menos: “En el consuelo o el desconsuelo, hay familias que te cuentan que, aunque lo han perdido todo, van a poder salir de esto económicamente. Sin embargo, otras te dicen que no van a recuperarse, que les va a costar mucho trabajo”. Luego están quienes han perdido a familiares o tienen seres queridos en paradero desconocido: “Esas personas todavía no han ido a sus casas. Les da igual el daño material, los desperfectos son secundarios: están desesperadas queriendo encontrar a sus familiares. Que te cuenten estas realidades en vivo es duro”, sentencia.
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