Verso a verso, trago a trago: allá donde bebían, convivían y (se) leían los escritores de Jaén
Pasado tabernoliterario
El Portalillo, el Ideal Bar, el Café Jaén, el Pub Tijuana y las tascas El Gorrión y Los Amigos han sido, entre otros, habituales lugares de encuentro de poetas y novelistas a lo largo de las décadas
El ciclo de recitales de poesía La caja de Lot, que sigue vigente, es, con más de diez años de historia, la iniciativa literaria jiennense más duradera
Sabina se despide de un Madrid entregado: "Ojala que volvamos a vernos. Ojalá"
Para Borges fue el Café Tortoni, el más antiguo de Buenos Aires. Para la Generación Perdida de Hemingway, Fitzgerald y compañía, el parisino café de Les Deux Magots. Para los poetas de la experiencia, aquellos jóvenes García Montero y Egea, entre otros -también Sabina-, La tertulia, de Granada. Para los infrarrealistas mejicanos como Bolaño, el Café La Habana, en la Avenida Bucareli de Ciudad de Méjico. Para una lista enciclopédica de escritores y artistas españoles que vivían o (sobre)vivían en Madrid, el inolvidable Café Gijón. Templos del beber y del saber ha habido y hay muchos, y los poetas y novelistas de Jaén, como los del resto de rincones del mundo, han frecuentado los suyos propios a lo largo de las décadas: desde la tertulia del Portalillo, pasando por las tascas como El Gorrión y Los Amigos, hasta el Pub Tijuana. Pero estos son sólo algunos pocos nombres.
Jabois, en Miss Marte, diferencia entre escribir y teclear: "Escribir es retener; teclear es una cosa de gilipollas", explica, aunque añade que, desgraciadamente, "en todos los oficios nobles […] el dinero te lo da hacer la labor más estúpida". En efecto, lo que diferencia a un escritor de un mero juntaletras es su talento para la retentiva, la particular -e inusual- mirada con la que interpreta el mundo que le rodea para hallar le mot juste que decía Flaubert. Y en esa no siempre reconocida labor de radiografiar la comédie humaine "no hay como el calor del amor en un bar", cantaba Gabinete Caligari.
Más allá de estereotipos románticos -a veces más rayanos en el mito que otra cosa-, lo dicho: los escritores jiennenses han mantenido su particular idilio con la cultura tabernaria, siempre en su lógica adaptación al contexto social de turno. Entre vasos vacíos y medio llenos, entre tapas y viandas, entre barras y entre mesas, entre personas y personajes -todos ingredientes de los garitos que frecuentaba el Giocondo umbraliano-, la especial relación entre las letras y los cafés y tabernas en Jaén viene de largo. Las primeras evidencias se remontan a los Siglos de Oro. "Baltasar del Alcázar, en su crónica La cena jocosa, ya escribió: "[…] beberán vino en la taberna del Castillo". Y, si él mismo iba allí, seguramente no fuera el único poeta de aquel Jaén que lo hacía", explica el poeta y profesor Juan Manuel Molina Damiani a Jaén Hoy.
Los océanos de tiempo a los que alude el príncipe Vlad en la Drácula de Coppola son difusos, algo contradictorios u oscuros en las décadas siguientes hasta llegar a primeros del siglo XX, en época de Alfredo Cazabán como cronista oficial de Jaén. "Él fue el primero que retomó la tradición de Baltasar del Alcázar con la tertulia del Portalillo", concreta Molina Damiani. Aquel Portalillo fue un conocido club social que, primero en la esquina de la calle Campanas con Maestra y, posteriormente, en un rincón de la Plaza de Santa María, concitó durante décadas a una extensa nómina de nombres ilustres de la (intra)historia jiennense, entre los cuales se hallaban, por supuesto, quienes gustaban de enfrentarse al reto de la hoja en blanco.
De forma paralela, el movimiento local del 27 literario propició un relevo generacional artístico, entre cuyos exponentes hubo poetas y novelistas jóvenes que, con Rafael Porlán a la cabeza, empezaron a reunirse en el hábitat siempre culturalmente fecundo de la calle Maestra. "Fue una época con mucha actividad de tertulias. Mientras que los más viejos, como Cazabán, Inocente Fe y Luis González López, se juntaban en El Portalillo, Porlán y los jóvenes como Cesáreo Rodríguez Aguilera, Pepe Rus y Sebastián Bautista de la Torre se reunían en otros sitios".
Luego vino la guerra del 36 y arrambló con todo. La obra De la literatura a la historia: rutas literarias por Jaén, coordinada por David González Ramírez, recuerda cómo Porlán y un tal Miguel Hernández plasmaron en sus escritos el bombardeo que sufrió Jaén en abril de 1937 por orden de Queipo de Llano. Lo hicieron con distinto sentimiento: el primero, desde el desasosiego; el segundo, desde la indignación y un efervescente afán de venganza y rebeldía.
Pero, a pesar de las circunstancias adversas, sí que quedaba tiempo en aquellos días para practicar la querencia al vicio, según Molina Damiani: "En la guerra también hubo tabernas y prostíbulos, y por ahí se movían los artistas". Con aquellos pequeños paréntesis de dolce far niente saciando a cuentagotas la sed en todas sus ramas, fue necesario esperar un tiempo para retomar las tertulias literarias una vez concluido el conflicto bélico. A consecuencia de ello, la producción poética y la publicación de revistas culturales en Jaén se vieron mermadas. El historiador Antonio Checa Godoy describe, en su obra Historia de la prensa jiennense (1808-1983), el "panorama tan yermo de publicaciones de verdadero interés" tanto en la capital como en la provincia. No obstante, destaca la aparición, ya en 1945, de la revista satírico-literaria Lagarto, fundada por el aludido Bautista de la Torre y que contó con las firmas del propio Porlán, Rafael Laínez Alcalá, Juan Almodóvar, el también mencionado Cesáreo Rodríguez Aguilera, Pilar Millán Astray y José María Gallo, entre otros autores.
El filólogo jamilenudo y miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) José Checa Beltrán dedicó un artículo al análisis de esta publicación en el número 2 de Elucidario, en 2006. "Lagarto se autodefinió muy acertadamente como revista de "crítica, humor, poesía": la crítica es el instrumento pedagógico más utilizado por los redactores; el humor está muy presente, revestido de ironías, metáforas, paradoja y alusiones. La poesía se muestra no sólo en las páginas propiamente poéticas, sino en cualquier texto, redactado invariablemente con una escritura literaria, en algunos casos de considerable altura", describe. Y quién sabe si la inspiración de mucha de aquella poesía no llegó mientras se hacían arabescos en la barra con las huellas del vaso de vino.
Según Molina Damiani, no fue hasta la década de los cincuenta cuando las tertulias alcanzaron un punto de ebullición similar al de antes de la guerra, con el Ideal Bar, dentro del ya desaparecido Teatro Cervantes y regentado por la familia Millán desde 1926, como principal punto de encuentro.
De aquella época es la revista Advinge, que, fundada por Paco Herrera García, supuso el germen de lo que luego sería, a partir de 1969, el mítico grupo literario El Olivo. A sus integrantes se les veía, sobre todo, por las tabernas del Arrabalejo, como el Pansillevas, y también por la extinta taberna del Criminal, en el Arco de San Lorenzo, donde, como en otros templos del alpiste, se habrían consumado in illo tempore los pertinentes delitos etilicoliterarios. Ya lo decía aquel detective que encarna Jack Nicholson en Chinatown: "Se me ha acusado otras veces de muchísimas cosas, pero nunca de ser inocente".
Posteriormente, los Felipe Molina Verdejo, Carmen Bermúdez, Rafael Lizcano, María Sánchez Fernández, Miguel Calvo Morillo y José Luis González Brotons, entre otros, dieron paso a los Paco Salas, Antonio Negrillo y el propio Molina Damiani, a quienes el pintor Carmelo Palomino acompañaba en sus rutas por otra de las grandes sendas del delito jiennense: las calles Arco del Consuelo y Bernardo López, las de El Gorrión, La Manchega y Los Amigos, allí donde las nupcias tabernarias tienen hora de inicio pero no de término.
La MasMédula y La caja de Lot: primero, versos; luego, tascas
Precisamente en ese mar de tascas acababan siempre quienes participaban en el primer ciclo de poesía impulsado por Sergio Franco en Jaén. Poeta y profesor de Lengua y Literatura, el malagueño llegó a la capital del Santo Reino en 2009, previo paso por Melilla desde su ciudad natal. "Yo estaba acostumbrado a participar en ciclos tanto en Melilla como en Málaga, así que pensé: ¿por qué no organizar en Jaén uno y establecer un vínculo entre los poetas malagueños y los jiennenses?", explica a este medio.
Fue así como nació La MasMédula. Con el antiguo Casino de Artesanos -ya por entonces Patronato de Asuntos Sociales-, como sede prestada en la calle Cerón, a lo largo de las dos temporadas celebradas entre febrero de 2010 y julio de 2011 la iniciativa de Franco logró reunir a la generación ya veterana de Molina Damiani, Negrillo, Salas y otros como Ana Toledano con voces emergentes del panorama poético jiennense como Juan Cruz, Yolanda Ortiz y Ángel Rodríguez.
El formato siempre era el mismo: en cada cita recitaban sus versos un autor de Jaén y otro de Málaga. Y, luego, a olvidar los días telegráficos mediante el noble arte de regalarse uno el gaznate en El Gorrión o Los Amigos. Y, ya se sabe: en un bar pueden surgir ideas terribles, pero también brillantes. "Tras la última lectura de La MasMédula, en una de estas tascas, Yolanda, Juan, Ángel y yo comentamos que podríamos hacer un nuevo ciclo, pero distinto, en un bar, con una poesía un poco más canalla y con la idea de que se convirtiera en un espacio más o menos estable de encuentro entre poetas de Jaén y el resto de España", cuenta Franco.
Aquel fue el origen de La caja de Lot, el ciclo de poesía más duradero de la historia de las letras jiennenses que, de hecho, aún sigue vigente más de una década después. Y en el mismo sitio que lo acogió desde el primer día: el Pub Tijuana, cuyo particular ethos de transgresión o proverbio ya está inevitablemente ligado de aquí a la posteridad a ese canallismo poético al que se refería Franco. "Entre La caja de Lot y el Tijuana hay una conexión importantísima. Si, por lo que fuera, el día de mañana tuviéramos que irnos a otro sitio, La caja de Lot tendría que cambiar de nombre porque sería ya otra cosa", remarca Franco.
Para Molina Damiani, este ciclo es "lo más serio que hay actualmente" en este sentido en Jaén. "Está gobernado por cabezas muy preparadas que anteponen su eclecticismo a sus devociones", valora. Se refiere a quienes empezaron el proyecto, los Franco, Ortiz, Cruz y Rodríguez, y a los que lo mantienen, también desde la autogestión: los dos primeros, Franco y Ortiz, a los que se sumó la también profesora y poeta Elena Felíu. Cabe mencionar también la labor de Judith Dato en el diseño inconfundible de los carteles. La fidelidad a la tradición, por supuesto, continúa siendo máxima: después de la lectura, toca echar le cerveza y lo que caiga. Primero era, como con La MasMédula, en la tasca Los Amigos; ahora, tras echar esta el cierre definitivo hace no tanto, en El biscúter, en la Plaza del Deán Mazas.
Desde 2011 hasta este 2023, han sido más de cien los poetas que han recitado en la penumbra implosiva o vibrante del Tijuana, como un abismo que cabe en un bolsillo. Pedro Luis Casanova, Begoña M. Rueda, Joaquín Fabrellas, Antonio Alfonso Jiménez, Gracia Morales, Sara Toro, María Elena Higueruelo, María Eloy-García y Carmen Camacho, entre otros muchos, se han ido uniendo a los ya citados, una fusión inquebrantable de veteranos y noveles. "Eso es lo más bonito, que se ha creado una comunidad, una familia, entre poetas de generaciones distintas. Es hermosísimo", dice Franco.
Aire fresco en verano: el Club de los Imberbes
No en vano, aquella primera semilla de La MasMédula, más allá de la posterior germinación de La caja de Lot, dio otra flor inesperada. En 2012, unos quinceañeros Alba Torrebejano y Omar Hamido descubrieron su pasión mutua por la literatura y empezaron a intercambiarse sus primeros poemas. Metida de lleno en el mundillo poético provincial desde bien temprano, Torrebejano acudió al Slam Nacional que, a través del norteamericano Ethan Spooner, se celebró en Jaén ese año. Allí conoció a Alberto Moral y a otros jóvenes que compartían su interés por los versos, algunos de los cuales eran alumnos de Sergio Franco en el instituto. Estaba claro: había que poner en marcha el Club de los Imberbes.
"Decidimos hacerlo en verano porque era precisamente cuando toda la actividad poética se quedaba paralizada", explica Torrebejano a Jaén Hoy. Primero cada dos semanas y, posteriormente, una vez al mes, en los encuentros del Club de los Imberbes siempre había un poeta barbudo -consolidado- como invitado, una sección dedicada a un poeta muerto y micro abierto. Al principio, también hubo batallas al más puro estilo slam.
Su primer enclave fue precisamente el mismo que había acogido La MasMédula, el Patronato de Asuntos Sociales en la calle Cerón. Luego, cuando el proyecto empezó a crecer y pasó de ser prácticamente una simple quedada entre amigos a un nutrido encuentro de aficionados a las letras, tuvo varias casas: los extintos Café Jaén, en la Carrera, y La señora ciempiés, también en la calle Cerón, además del Berges 21, en la calle -casi- homónima.
Pero cuatro años después, en 2016, los impulsores del club empezaron a perder su condición de lampiños. Tocaba irse a la universidad y no hubo a quién ceder los mandos de la iniciativa. "Nos decepcionó un poco que no hubiera relevo", confiesa Torrebejano.
El recital final del Club de los Imberbes se celebró el 23 de septiembre de 2016 en el Café Jaén. Aquel día también se presentó la Antología Imberbe, en la que se incluyeron poemas de muchos de los autores y autoras que habían formado parte del proyecto.
La conclusión parece clara: importa poco el nombre del sitio -a excepción del Tijuana- si la atmósfera y la compañía son las adecuadas para entregarse al éxtasis del verso en fusión con el trago. La fórmula no es secreta: un tercio fresquito, luz atenuada y, como por efecto pavloviano, se hace el silencio. La expectación es máxima a un lado y a otro del micro, a un lado y a otro del teclado: en homenaje a aquellos que han mantenido viva la lucha por que la llama literaria de Jaén no se apague, he aquí unos versos esculpidos o escupidos por este humilde plumilla que va derramando por doquier su alma bolañesca, su espíritu de (pseudo)poeta herido:
Regusto arisco, gargajo espeso,
andar revuelto, sílaba trabucada,
contienda infame contra la rectitud
de la barra, ilustre trago, malicia
dulce, ansiosa envidia de jarra llena,
desfile iluso sobre el empedrado viejo,
sucio, arcano, feliz abuso del ordinario
vicio, inútil decencia con maña
despachada, adorado bareto,
tasca jiennense, necesario oasis,
victoria fácil sobre la vida cotidiana.
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