"Mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño"

TRIBUNA

Antiguo grabado con los atributos de la Pasión de Cristo.
Antiguo grabado con los atributos de la Pasión de Cristo.

Andújar/Cuando era niño y razonaba como niño, siempre pensé que las cofradías eran esas comunidades cristianas donde las personas se reunían para rezar a Dios y a la Virgen María, para vivir su fe en común, para cumplir con sus promesas, para realizar la penitencia que les ayudara a dar un cambio a sus vidas, para cumplir con la tradición recibida de sus mayores.

Fueron pasando los años y la amistad de personas de fuertes convicciones y sólidos fundamentos me llevaron al quehacer de las juntas de gobierno de las cofradías. Llegó el tiempo de trabajar el concepto de proyecto, no para un mandato, sino para el futuro de la corporación, asimilando una línea estética, ya que lo seguro siempre era que la dimensión espiritual seguiría fiel a las enseñanzas recibidas desde la cuna. Quiso la Divina Providencia que conociera a artistas en ciernes que ya han consagrado su maestría a través de la rotundidad y del valor artístico de su obra.

Viví jornadas de intenso trabajo siguiendo ese canon recibido (en nuestro caso) como escuela de las cofradías cordobesas, por el que la labor voluntaria en las distintas celebraciones festivas de nuestra ciudad daba lugar a la creación de un patrimonio artístico de especial significación para nuestra Andújar. ¡No se trataba de vivir de la donación de un grupo de hermanos y hermanas y de echarse a dormir! Había que estar al pie del cañón en cada Feria, en cada Cruz de Mayo, atendiendo el “ambigú” de la casa de hermandad, en los torneos deportivos “inter-cofradías”, en el Certamen de Coros Romeros, etcétera.

En aquellos años de juventud, aprendimos a gestionar los esfuerzos y el capital como es debido. ¡Y os confieso que todo aquel trajín nos enseñó a trabajar al servicio de los demás! Admiro, especialmente, ver a la juventud de algunas cofradías acudir también a brindar su tiempo y su energía a las residencias donde viven nuestros mayores. En mi juventud, esta atención la ofrecían generosamente los grupos de oración nacidos al cobijo de nuestros colegios y comunidades religiosas.

Desgraciadamente, todo esto que os digo, se ve truncado cuando se actúa por el ego de quienes llegan a las hermandades a imprimir la que piensan que es su huella, borrando la dejada por quienes vinieron antes y que trabajaron con ilusión y siendo fieles a unos valores bien precisos.

Al mundo cofrade le sobran las placas, las actuaciones interesadas de generosos grupos de hermanos, las tertulias ácidas y quienes presumen de ser muy buenos en ellas. Al mundo cofrade le hace mucho daño el hablar por hablar o la malicia destructiva. Esto es así desde hace décadas. En el pasado, cuando las andas eran pequeñas, limitadas al tamaño de las puertas y de las calles, la penitencia tenía un significado más pleno. Ahora entran en juego tantos valores... ¡Me habrán asegurado tantas veces que una cofradía es mucho más que una corporación de fieles cristianos que viven su fe, sino que es su dimensión “antropológica” la que realmente trasciende en el tiempo!

Ahora que soy mayor veo cuanto supone estar de brazos cruzados en una junta de gobierno, las consecuencias que conlleva abandonar una línea estética en favor de no se sabe qué conceptos “de pureza”, veo y sufro la inoperancia de ese “procurar hacer hermandad” cuando se valoran más las ventajas de, según algunos, “estar agusto con su gente”. Se descubre a aquel que criticaba para pasar ahora a figurar y podemos ver a quienes están más pendientes del qué dirán que de la meditación y preparación previas a realizar una Estación de Penitencia.

Todo esto no hace que quiera bajarme del barco. ¡Amo en demasía esta manera de vivir la fe! Agradezco a Dios la luz que van dando los años y guardo en mí el íntimo deseo de seguir avisando a la juventud de todo lo que les puede ocurrir. Su edad es un bálsamo, mas los consejos de quienes les acompañan y que ejercen y han ejercido con lealtad y humildad las funciones que depara participar en el día a día de una cofradía son una maravillosa experiencia que deben asimilar, aprendiendo todo cuanto puedan de ella. Y como decía mi padre: antes de evolucionar hay que demostrar que se sabe cómo se ha llegado hasta ese momento, ser capaces de seguir dándole cumplimiento, garantizar que la evolución servirá para algo y siempre, siempre, siempre, trabajar hombro con hombro junto al que sabe más y lo ha demostrado.

¡El tiempo no es el maestro, sino el que pone ante nosotros la labor de los verdaderos maestros! ¡No perdamos nunca el deseo de aprender!

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