Santisteban retoma su cita con la Virgen del Collado en un ritual único en la provincia
Tiempo de gloria
Las fiestas de Pascuamayo concluyen con la renovación de la mayordomía, que se encarga de custodiar el cuadro de la patrona en su casa durante todo el año
En imágenes: La patrona de Santisteban procesiona y renueva su mayordomía otro Pascuamayo
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La singularidad de nuestras costumbres abarca un patrimonio cultural tan extensible que muchas de ellas pasan desapercibidas fuera de sus localidades. Es lo que ocurre con las tradicionales fiestas de Pentecostés que celebra el pequeño pueblo de Santisteban del Puerto, también conocidas como Pascuamayo. Con una personalidad arrolladora y una respuesta masiva por parte de sus vecinos, la cofradía de la Virgen del Collado reúne cada año a sus devotos con una agenda de actos que marca su broche de oro cada lunes de Pentecostés.
Hablar de la patrona de los santistebeños es aunar tradición y arraigo en un mismo sentido. Su Pascua florida en torno a esta fiesta genera una atracción sin precedentes para la comarca, especialmente para la mayordomía que culmina su cargo como guardas del cuadro de la Virgen durante todo el año. Se trata esta de una de las costumbres más conocidas en la religiosidad popular de Santisteban, tanto que marca el fin de las fiestas y las renueva al mismo tiempo.
Después de los actos y cultos programados a lo largo del fin de semana anterior, la patrona de la localidad procesiona desde su ermita en el Egido hasta la iglesia parroquial en un multitudinario cortejo cuyo acompañamiento más especial se personifica en la mayordomía que deja el cargo. Su responsabilidad no es otra que la de custodiar en su casa una antigua y emblemática pintura de la Virgen, hecho que conlleva mantener sus puertas abiertas a todo aquel que precise de una oración ante este símbolo en cualquier momento del año.
Es al término de la procesión cuando la multitud se agolpa en el templo a la espera de conocer si existe un nuevo candidato para tomar el relevo, papel que siempre se acompaña de dos compadres que ayudan y colaboran con el mayordomo en cuestión. Esta vez, como no podía ser de otro modo, al canto de la salve un nuevo santistebeño se lanzaba a por el mástil de la insignia con la ilusión de hospedar a la devoción de sus mayores en su propio hogar. Es así, y con el lienzo ya en su casa, cuando se reanuda este ciclo con un convite al que asisten todos los vecinos del pueblo para compartir su alegría.
Un año más, esta imagen de tez morena concentraba las miradas de sus devotos en un rito que marca la tradición de sus ancestros. La Virgen del Collado Coronada concedió su bendición en un nuevo Pentecostés cargado de súplicas y peticiones. Las de los próximos meses tendrán seguro un nuevo hogar, en el que la mayordomía pondrá al servicio de los fieles su pasión y el privilegio de cohabitar con la reina del cielo.
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