La San Antón, un motivo más para amar a Jaén
Carrera de San Antón
La capital volvió a brillar en una noche iluminada por el fuego de la tradición y los valores del deporte
Una carrera mágica, desde todos los ángulos y para todas las edades
Jaén/Por desgracia no son muchas las ocasiones en las que un jiennense pueda sacar pecho con orgullo de su ciudad. Acostumbrados a que se hable de la deuda municipal, del tranvía parado, de la falta de vivienda, de las rentas bajas o de la suciedad en las calles, la noche de San Antón es uno de esos momentos en los que en las entrañas de los jaeneros se mezcla la emotividad de ver a la capital con sus mejores galas, con los vecinos echados a la calle para ofrecer un ambiente único, y la rabia de quien piensa en lo que podría ser esta ciudad si hubiese tenido la gestión política que merece.
En cuanto a la prueba, tarda uno poco en darse cuenta de que la San Antón es una carrera diferente. Desde los suspiros de resignación que emanan aquellos que se despiden de sus prendas de abrigo antes de entrar a los cajones. La vista del Gran Eje (avenida de Andalucía para los foráneos) colmándose de gente convierte la espera en una tortura de nervios y frío pero a eso también encuentran los jiennenses la solución: entre el pelotón conformado por cerca de 10.000 personas no se mueve el aire y a la derecha de los que aguardan para correr un gran lumbre da el protagonismo al fuego que este merece.
Hasta que suena uno el pistoletazo de salida puede uno entretenerse mirando los disfraces de los valientes que se atreve a correr con una capa de más. Desde gente entrajetada hasta dinosaurios pasando por princesas, magos, superhéroes… La vestimenta oficial, aquella que ha puesto la Catedral de la Asunción en el pecho de miles de personas, fue la más numerosa en este 2025 pero las estrellas fueron sin duda un grupo de 'Supermarios' que, empujando un altavoz en un carrito de la compra, amenizaron la espera a cuantos tenían a su alrededor y la carrera a los que se amoldaron a su ritmo, a base de éxitos de hoy y de ayer.
Seguro que en los grandes medios deportivos se habla de que Bakkali hincó la rodilla ante Abdessamad Oukhelfen pero es que, como dijo en este mismo medio el creador de la Carrera de San Antón, la de la élite no es la verdadera carrera. Sí lo son las pruebas infantil y escolar, con niños gastando suela mientras sus familias se desgañitan para darles el último impulso a sus vástagos con el móvil en la mano, no vaya a ser que no puedan luego enseñar cómo jaspea el chiquillo.
Pero, sobre todo, la verdadera Carrera de la Noche de San Antón empieza cuando termina la de élite. Cuando arranca desde lo alto del Gran Eje una serpiente multicolor a la que poco le importan los tiempos, que ha ido a divertirse y que saca fuerzas en todo momento para entonar cánticos. Los más potentes, como siempre, se escucharon con el eco del túnel de la avenida de Andalucía. Ahí aún hay resuello para cantar y saltar. Se grita por emoción, por adrenalina o quizás para ahuyentar el miedo que acarrea ponerse frente a la avenida de Madrid y mirar hacia arriba.
Por si el ambiente de camaradería entre los corredores no hubiera emocionado ya a los atletas, sobre todo a los primeros, la música en directo, abundante y bien distribuida, ayudó a que el ambiente no decayese en ningún momento, aunque igual también contribuyó al gran debe que se le puede poner a esta prueba y en el que hay que trabajar en el futuro: los tapones. Fueron queja generalizada en la línea de meta y es que a la orografía de la ciudad, con escasez de avenidas amplias se le sumaron algunas actuaciones musicales en estrechamientos del recorrido y el exceso de ganas de animar de los jiennenses que les llevó a acercarse de más a los atletas. No sobraría en próximas ediciones algún tipo de señalización que ayude a que el público ensanche un poco el calor que transmite a los corredores.
Non-stop
Con tapones o sin ellos no se detuvo en ningún momento la amalgama de ‘runners’ que avanzó a paso firme hasta la avenida de los Escuderos (Senda de los Huertos para foráneos), la calle más temida del trazado. Cuando flaquean las piernas Jaén ofrece motivos de sobra para no pararse porque no hay jiennense que no mande un mensaje de aliento al paso de los corredores ni niño que no levante su mano para que los atletas puedan distraer su mente de la fatiga jugando a chocársela.
Empuja, ya cuesta abajo, la espectacular vista que ofrece la Catedral de la Asunción con una falda compuesta por miles de personas animando o la calle Bernabé Soriano, con las luces de Navidad todavía alumbrando el camino porque hasta San Antón Pascuas son. Los momentos más duros para los atletas vienen en el zigzagueo previo a volver al Gran Eje, donde escasea algo más el público y la falla de resuello impide los ánimos mutuos.
Aunque todo eso termina en el último kilómetro, en el que las piernas amenazan con fallar y aparece el pasillo conformado por ciento de jaeneros dispuestos a impedir que nadie se rinda en el último momento. Y lo consiguen, gran parte del mérito de que la meta se convierta en escenario y de besos y abrazos dignos de un aeropuerto, la tienen los jiennenses que animan desde las calles y que pueden sentirse bien orgullosos de su ciudad y de una noche que enamora.
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